Por José María Maruri, SJ
1.- Toda la plaza en pie se deshace en insultos contra el pobre torero y toda su familia, y le pide que se arrime…Y el pobre torero hace lo que puede entre su miedo (que es hombre como los demás) y aquel toro que ha salido resabiado y que ve sólo por un ojo.
¡Qué fácil es ser espectador! ¿Qué haría cualquiera de esos que gritan e insultan con el capote en la mano y las astas toro a veinte centímetros de la cara? ¡No habría burladeros suficientes, ni suficientemente altos!...
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