domingo, 29 de julio de 2018

ASAMBLEA MUNDIAL. Mensaje del Asistente Eclesiástico, P. Arturo Sosa SJ



Es costumbre ya que el Asistente Eclesiástico Mundial de la CVX visite la Asamblea General cuando ésta se está desarrollando. Reunidos en Buenos Aires, Arturo Sosa, Superior General de la Compañía de Jesús, nos visitó el 26 de julio y se dirigió a la Asamblea con un mensaje que tituló Una Comunidad laical de discernimiento al servicio de la reconciliación

Asamblea Mundial de la Comunidad de Vida Cristiana (CVX) 
San Miguel, Buenos Aires, Argentina 
26 Julio 2018 

Una Comunidad laical de discernimiento 
al servicio de la reconciliación 

Arturo Sosa S.I. 
Asistente Eclesiástico Mundial de la CVX 


Me da mucha alegría poder compartir con ustedes el día de hoy. Es la primera vez que participo en una Asamblea Mundial de la CVX como Asistente Eclesiástico Mundial. Un millón de gracias por su cálida y fraterna acogida. 

Cómo algunos saben, mi historia personal, desde mis años jóvenes, está vinculada a la Congregación Mariana del Colegio San Ignacio de Caracas (Venezuela). Participé en la Congregación de los Kostskas, como se llamaba a la de los más pequeños y luego en la de San Luis Gonzaga, los años finales de mis estudios secundarios. A través de la Congregación Mariana aprendí a incluir en mi agenda diaria la oración personal, la participación en la eucaristía y el compromiso apostólico, además de la responsabilidad en los estudios y la vida familiar. Haber sido Congregante Mariano fue, sin duda, de gran importancia en la maduración de mi vocación a la Compañía de Jesús. 

Estoy, por consiguiente, profundamente agradecido a quienes animaron la Congregación Mariana y a mis compañeros en ella durante mi juventud. Con ellos compartí la iniciación en la vida espiritual y apostólica, la vida comunitaria y el encuentro con la realidad social de mi país. En ese ambiente viví con pasión, en tiempo real, el Concilio Ecuménico Vaticano II, y la sacudida refrescante que produjo en la Iglesia. 


Consolidar y profundizar 

Celebrar los primeros cincuenta años de la CVX es una invitación a mirar y reconocer tanto bien recibido. Es un momento de agradecer y renovar la elección de seguir al Señor en el servicio a la Iglesia y el mundo. Agradecer a Dios tantos dones en la vida de tanta gente que, en este medio siglo, ha encontrado en la CVX un camino de crecimiento personal y de seguimiento más cercano de Jesús. Agradecer toda la labor apostólica promovida, directa e indirectamente, por miembros y comunidades por todo el mundo… 

El Concilio Vaticano II pone en primer plano el carácter laical de la Iglesia, a la que define como Pueblo de Dios. La renovación profunda de las Congregaciones Marianas inspirada en el Vaticano II dio luz a las Comunidades de Vida Cristiana (CVX) buscando poner en marcha una porción del Pueblo de Dios a partir de la Espiritualidad Ignaciana. La vivencia renovada de los Ejercicios Espirituales lleva de la mano a elegir el seguimiento de Jesucristo en una vida laical que se nutre de la vivencia comunitaria y el compromiso apostólico. 

Reunidos aquí en San Miguel (Buenos Aires) en Asamblea Mundial, en el 50º aniversario del nacimiento de la CVX, sentimos también ese aire fresco del Espíritu que nos invita a consolidar una experiencia y profundizarla para responder a los nuevos desafíos de la vida humana y cristiana, en los albores de una nueva época histórica de la humanidad. Experimentamos cómo el Señor sigue actuando en la historia para reconciliar todas las cosas en Él. Sigue llamando a hombres y mujeres a seguir este camino espiritual, comunitario y apostólico que ha venido abriendo la CVX para contribuir al fortalecimiento de la Iglesia laical. 

Celebrando cincuenta años escuchamos la voz del Papa Francisco, en este lugar bien conocido por él, que se dirige a toda la Iglesia y a todos los seres humanos de buena voluntad en un lenguaje que nos resulta tan familiar. Su sueño es ver encarnado en el cuerpo de la Iglesia el espíritu del Concilio Vaticano II. Su sueño es una Iglesia -Pueblo de Dios- surgida de la experiencia del Crucificado-Resucitado, que reúne a los seguidores en una comunidad al servicio de la reconciliación de los seres humanos entre sí, con el medio ambiente y con Dios. Una comunidad atenta a los signos de los tiempos, comprometida en la lucha por la justicia social y la liberación de los pueblos.

Comunidad de discernimiento

 El Papa Francisco insiste, a tiempo y a destiempo, cómo la vida cristiana es fuente de alegría. De esa alegría profunda e interna que el lenguaje ignaciano llama consolación. Una alegría proveniente de haber recuperado la libertad de ponerse al servicio de los otros. El discernimiento es la clave para mantenerse en contacto con la fuente de la alegría de vivir como discípulos de Jesús. Por eso, el Papa Francisco nos invita a hacer del discernimiento algo normal en nuestra vida personal como cristianos, en la vida de la comunidad y en la vida de la Iglesia. En su reciente Exhortación Apostólica Gaudete et Exultate vuelve a sobre el tema: 

Hoy día, el hábito del discernimiento se ha vuelto particularmente necesario. Porque la vida actual ofrece enormes posibilidades de acción y de distracción, y el mundo las presenta como si fueran todas válidas y buenas. Todos, pero especialmente los jóvenes, están expuestos a un zapping constante. Es posible navegar en dos o tres pantallas simultáneamente e interactuar al mismo tiempo en diferentes escenarios virtuales. Sin la sabiduría del discernimiento podemos convertirnos fácilmente en marionetas a merced de las tendencias del momento.(1)

Entre los pocos panes y peces (2) que tiene la CVX para compartir con la Iglesia y el mundo está la experiencia del discernimiento espiritual personal y en común. La espiritualidad ignaciana nos introduce en el discernimiento y nos lleva a adquirirlo como un hábito en nuestra vida cristiana. El Papa Francisco ha pedido a la Compañía de Jesús ayuda específica para expandir el discernimiento en la vida de la Iglesia. Este llamado se extiende a todos los que comparten la espiritualidad ignaciana. La CVX en cuanto movimiento laical de inspiración ignaciana está en las mejores condiciones para contribuir a una Iglesia laical capaz de discernir personalmente y en común. 

El discernimiento no solo es necesario en momentos extraordinarios, o cuando hay que resolver problemas graves, o cuando hay que tomar una decisión crucial. Es un instrumento de lucha para seguir mejor al Señor. Nos hace falta siempre, para estar dispuestos a reconocer los tiempos de Dios y de su gracia, para no desperdiciar las inspiraciones del Señor, para no dejar pasar su invitación a crecer. Muchas veces esto se juega en lo pequeño, en lo que parece irrelevante, porque la magnanimidad se muestra en lo simple y en lo cotidiano. (3) 

El discernimiento es complejo y exigente. Supone adquirir y mantener la indiferencia ignaciana que se deriva esa libertad interior por la que superamos cualquier apego a intereses propios, posesiones o uso de instrumentos. Supone, también, desarrollar la sensibilidad a los signos de los tiempos, aprender a percibir dónde y cómo actúa el Espíritu en el mundo actual, en el contexto social en el que se desenvuelve la vida de cada uno de nosotros, de nuestra sociedad y del mundo. El discernimiento exige ese silencio que se aparta de los sonidos que apagan la posibilidad de escuchar al Espíritu. 

Los Principios Generales de la CVX señalan la práctica regular de los Ejercicios Espirituales, escuela de discernimiento, como la fuente específica y el instrumento característico de nuestra espiritualidad (PG5). Es así como la experiencia vivida del discernimiento personal y en comunidad se puede convertir en un verdadero regalo compartido en la Iglesia y una herramienta de sabiduría para toda la actividad en el mundo, al servicio de la alegría del Evangelio núcleo principal del estilo de vida cristiana (PG 2) que es la CVX. 

La consolación es un don del Espíritu que necesitamos pedir con insistencia. Practicar y enseñar esta oración de suplicar la consolación, es un servicio que ayuda a compartir con otros la alegría del Evangelio. Esta honda experiencia nace de la profunda unión con Jesús en la oración constante y el servicio generoso. Cuidar de estos fundamentos es una prioridad, tanto en la formación de los nuevos miembros de la CVX como en el constante crecimiento espiritual de los ya comprometidos. Son esos pocos panes y peces que al compartirlos con otros el Señor los multiplica para que alcance para todos y todavía sobre para los rezagados. 

De este modo se realiza el carisma de la CVX: ayudar a que muchos, dentro de la Comunidad o a través de ella, experimenten la alegría del encuentro con el Espíritu y se comprometan a contribuir con la liberación de los seres humanos y la transformación social. 

El Discernimiento es siempre un ejercicio de mirar el mundo, en toda su verdad, con disponibilidad para dejarse mover interiormente y entregarse al mayor servicio. El discernimiento lleva a la acción que prolonga la que inicio Jesús para el rescate de la vida humana. Esto lo sabemos bien a partir la contemplación de la Encarnación en los Ejercicios Espirituales, en la que se inspira el Principio General 1 de la CVX. 

Como herramienta útil para crear y fortalecer el hábito del discernimiento apostólico personal y en común, la 36ª Congregación General de la Compañía de Jesús recomienda el uso frecuente de la conversación espiritual, es decir, dedicar tiempo a compartir con los demás, con sencillez, lo que se ha experimentado en la oración o reflexión personal, con una profunda disposición de escucha del otro y atención a las mociones y nuevas percepciones que se generan durante la escucha. 

La CVX tiene una larga práctica de la conversación espiritual sobre todo en las reuniones regulares de pequeñas comunidades. La experiencia de la dimensión comunitaria del discernimiento es una riqueza que pueden compartir con otros en la familia ignaciana. Los esfuerzos de integración constante, en todas las dimensiones de la vida, de los tres pilares del carisma CVX – espiritualidad, comunidad y misión– y la herramienta de los cuatro verbos –discernir, enviar, apoyar y evaluar– han ya dado muchos frutos en la vida de la comunidad. Son parte del regalo recibido en estos cincuenta años. 

Para enriquecer el servicio de la CVX a la Iglesia y al mundo es prioritario sostener y desarrollar este regalo en la vida personal de cada miembro y en la vida comunitaria de cada comunidad local, de las comunidades nacionales, y de la una Comunidad de Vida Cristiana. 

Compañeros en una misión… 

Con la CVX, la Compañía de Jesús tiene un vínculo espiritual y formal muy especial. Nuestra proximidad espiritual e histórica nos compromete en una responsabilidad común en la misión de anunciar la Buena Noticia del Evangelio desde la ignacianidad como carisma recibido para vivirlo cada quien según su vocación religiosa o laical. 

Esta responsabilidad en una misión que no nos pertenece en exclusividad, porque es la misión de Jesucristo a la que somos invitados, nos impulsa a buscar nuevos caminos de más profunda colaboración entre la CVX y la Compañía de Jesús. Colaboración en el mejor servicio a misión de Cristo según la vocación propia de cada uno sin buscar preservar intereses propios o corporativos. 

Lo señalado por la 36ª Congregación General para la Compañía de Jesús vale por igual para la CVX y para toda la Iglesia: La magnitud y la interconexión de los problemas que afectan a la humanidad y que presentan grandes y diversos desafíos a la misión de la Iglesia son de tal envergadura que solamente trabajando en colaboración con otros, cooperando juntos -codo a codo-, podremos de hecho contribuir de manera efectiva a su solución. 

La Compañía de Jesús ha venido aprendiendo en los últimos cincuenta años a ser colaboradora con otros en la misión. También aquí hay una rica experiencia en la relación con la CVX. El punto de partida para una colaboración fecunda en el servicio a la misión de Cristo, más grande y compleja que las actividades apostólicas de la Compañía de Jesús y de la CVX, es el reconocimiento de la vocación particular de cada uno y del carisma de cada institución. Reconocimiento significa respeto a las propias características institucionales así como a la legítima y necesaria autonomía de cada grupo. Al reconocer al otro reconocemos la riqueza de los dones del Señor a sus seguidores para la construcción de la humanidad reconciliada en Cristo. 

Conocemos muchos ejemplos de trabajo conjunto entre jesuitas y miembros de la CVX con sus luces y sus sombras. Se ha dado mucho fruto así como también ha habido malos entendidos e incluso conflictos. La colaboración entre la Compañía de Jesús y la CVX para contribuir juntos al servicio de la misión de Cristo tiene mucho espacio para crecer. Diría que es un desafío esperanzador que abre nuevos horizontes apostólicos para unos y otros.
 
Misión de reconciliación y justicia 

La 36ª Congregación General de la Compañía de Jesús hizo una vez más el ejercicio de contemplar el mundo con esa mirada de la Trinidad y, al mismo tiempo, inspirada por la Contemplación para alcanzar amor, buscó las huellas del trabajo que Dios está realizando en el mundo. Escuchó el clamor de los millones de migrantes obligados, de las víctimas de la violencia y de la creciente desigualdad económica y social. Comprendió el desafío de anunciar la Buena Nueva en el nuevo ecosistema digital, en las sociedades secularizadas y las dominadas por fundamentalismos religiosos o ideológicos. Confirmó la necesidad de construir puentes, promover el compromiso ciudadano en regímenes políticos democráticos que tengan el Bien Común como norte de su acción. Constató la negligencia en encontrar acuerdos para detener el deterioro del medio ambiente y hacerse cargo responsablemente de la Casa Común. 

Como resultado, se reafirmó el modo como la 35ª Congregación General (2008) había formulado la misión de la Compañía de Jesús: compañeros en una misión de reconciliación y justicia. Sentimos la llamada a participar en la obra de reconciliación que Dios está realizando en nuestro mundo herido, una labor, al menos, en tres dimensiones íntimamente relacionadas: la reconciliación con Dios, la de unos con otros y la de los seres humanos con la creación. (4) 

El Principio General 1 de la CVX recoge también esta contemplación: Las tres Personas divinas, contemplando a toda la humanidad tan dividida por el pecado, deciden darse completamente a los hombres para liberarlos de todas sus cadenas. Reconoce, además, una llamada, Jesús nos invita a todos a entregarnos continuamente a Dios y a trabajar por la unión de la familia humana… en todas nuestras diversas circunstancias particulares. La CVX, en el documento que formula su carisma, propone trabajar por la unión contra todas las divisiones que afectan a la humanidad. 

Estas divisiones afectan simultáneamente las relaciones sociales, económicas y políticas, las relaciones interpersonales y con el ambiente, un todo que el Papa Francisco en su encíclica Laudato Sí definió como una sola y compleja crisis socio-ambiental. Es toda la persona humana, en todas sus dimensiones que experiencia desunión, desintegración, de cara a Dios, a los demás y a la creación. Así, las tres dimensiones de la reconciliación tienen que estar siempre juntas. No es posible la reconciliación con Dios si, al mismo tiempo, no se realiza la reconciliación con los otros seres humanos y con el ambiente natural. Hay que trabajar integradamente contra estas divisiones, por esta múltiple reconciliación que incluye, por supuesto, la lucha por la justicia y la transformación social que lleve a crear las condiciones de una vida digna para todos los pueblos y cada uno de los seres humanos. 

La experiencia espiritual de la CVX tiene como punto de partida la reconciliación de cada persona consigo misma, una experiencia de integración que sea la respuesta al deseo de las personas que sienten una necesidad más apremiante de unir su vida humana en todas sus dimensiones con la plenitud de su fe cristiana (5). La unificación de la propia vida es un desafío particularmente sentido en la vida laical que se desarrolla en contextos culturales que favorecen la dispersión y la desintegración de las personas. La espiritualidad ignaciana ha siempre propuesto buscar y encontrar a Dios en el corazón del mundo, sin huir de él, por el contrario aprendiendo a encontrar a Dios en todas las cosas para en todo amar y servir. 

Trabajar por la reconciliación, o unión de la familia humana, es una necesidad y una tarea a la que nos sentimos llamados jesuitas y CVX. Desde nuestras experiencias particulares sentimos la llamada a contribuir a esa misión. Nos anima una misma espiritualidad y haber recorrido juntos mucho camino… no dudemos en explorar nuevas formas de colaboración y profundizar el servicio conjunto a la misión de Cristo en medio de este mundo herido. 

Quiero terminar mi intervención con una palabra sentida de agradecimiento como Superior General de la Compañía de Jesús. Gracias a la CVX por todo el compañerismo, por tanta colaboración apostólica y riqueza espiritual compartidos con tantos jesuitas a lo largo de todos estos años. 

Nuestra Señora del Camino, particular devoción de Ignacio de Loyola, siga acompañando nuestro caminar y nos ayude a dirigirnos hacia Jesús, su Hijo, encontrarnos con Él, fundar en Él nuestra Esperanza y entregar la vida para que otros la tengan en abundancia. 

Muchas gracias.


1 G.E. nº. 167
2 Uno de sus discípulos, Andrés, hermano de Simón Pedro, dijo a Jesús: Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos pescados; pero ¿qué es esto para tantos? (Jn 6,8-9) 
3 G.E. nº. 169
4 CG36, D1, 21 5 PG 4 de la CVX




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