Jesús llama a la gente para que sean misericordiosas como el Padre, que amen a los demás sin discriminarlos, incluso en forma irresponsable, sin buscar cualquier beneficio personal. Los llama hacia los niveles sociales más bajos, y para abrazar las gracias de la exclusión, de modo que puedan desarrollarse como seres libres de presiones sociales y deseos poco saludables. A lo que muchos llaman pobreza, Jesús llama libertad. Porque, como vasijas que han sido vaciadas de todo orgullo, están ahora abiertas y preparadas para recibir amor, e igualmente listas para entregar ese amor a los demás. Ellas se vuelven personas que muestran el rostro de Dios. Son capaces de auténticas amistades.
Tim Muldoom
Espacio Sagrado
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