Digámoslo inmediatamente: la Iglesia Católica está en un momento muy importante.La prueba es el Sínodo sobre la familia, el modo como se ha planteado, el interés creciente por sus resultados.
Debe reconocerse al Papa Francisco el resurgimiento del interés por la Iglesia. Francisco ha movido las aguas. El nuevo Papa no ha traído respuestas, sino preguntas. Las 39 preguntas sobre temas álgidos de sexualidad y familia, no fueron retóricas. Su predicamento ha sido netamente pastoral. Se resume así: ¿qué está realmente ocurriendo con las familias? Al Papa le interesan las personas, los matrimonios, las distintas modalidades de vivir juntos los seres humanos, en vez de cuadrar las anormalidades con una enseñanza segura. Por el contrario, Francisco habla como si él mismo no lo tuviera todo claro; como si fuera impostergable exponer la doctrina tradicional a la prueba de la realidad. Como si en algún momento se hubiera preguntado: “¿ayudan nuestras enseñanzas, sí o no?”. Este planteamiento a unos genera inseguridad. A otros, en cambio, les da esperanza de un cristianismo menos moralista y más misericordioso.
¿Qué está sucediendo en la Iglesia? Mi opinión es que el Concilio Vaticano II no ha terminado. Como esos incendios de bosques que duran años porque continúan en las raíces de los árboles, humeando y rebrotando sin apagarse, el Gran Concilio está en brasas. En 2015 se cumplen cincuenta años de su conclusión. Pienso, en cambio, que no estamos a cincuenta años “del” Concilio, sino que llevamos cincuenta años “de” Concilio. En ese entonces la Iglesia tuvo que desarrollar doctrina nueva para problemas nuevos. No parece haber sido posible en las cuatro sesiones conciliares tenidas entre 1962 y 1965, hacerse cargo del tema de la sexualidad humana. Faltó hacerlo. Los progresos teóricos del Vaticano II fueron extraordinarios. La Iglesia se renovó enormemente. Todavía hay materias en las que el Concilio no ha producido lo que se esperaba de él. También ha habido retrocesos muy lamentables. En las últimas décadas han resurgido intentos de acentuar la distancia entre lo sagrado y lo profano, y entre el clero y los laicos, como si estas separaciones no fueran la causa ulterior del foso entre la moral sexual católica y la práctica de los fieles. Son cincuenta años “de” Concilio. El concilio más importante en la historia de la Iglesia solo ha podido ser llevado a la práctica de a poco, con oscilaciones pendulares de amplio radio.
La Iglesia se encuentra hoy entre el Sínodo extraordinario que acaba de terminar y el Sínodo ordinario que tendrá lugar en octubre del 2015. Lo ocurrido hasta ahora es sorprendente. La gran novedad, a mí parecer, es metodológica. El Papa considera que lo primero son las personas. Ellas son fines, las enseñanzas son medios. Puesto que el mundo ha cambiado a grandes trancos, si se ha de ayudar a las personas, han de mejorarse los medios. La experiencia del Papa es la de innumerables sacerdotes que han sufrido ellos mismos con los dolores de la vida sentimental de las personas, los fracasos de los matrimonios, el desplomarse de las familias y el deterioro de los hijos. El Papa ha apostado a la posibilidad de un mejoramiento pastoral; un progreso que no se dará sin aprender de las experiencias de vida afectiva y familiar de los creyentes. Da la impresión que Francisco cree que la Iglesia tiene hoy algo que enseñar porque ella misma debe aprenderlo de una Tradición que solo cumple su función cuando es sometida a la prueba de los tiempos.
¿Qué ocurrirá en el próximo Sínodo? Es difícil saberlo. Es evidente que Francisco quiere cambios y que casi todos los presidentes de las conferencias episcopales también los quieren. Lo más probable es que Francisco termine por ratificar las conclusiones de un Sínodo innovador. La Relatio Synodi aprobada por los congregados con gran beneplácito, indica que la Iglesia, en un ámbito tan importante de la vida humana, continúa la senda conciliar.
La Relatio Synodi no es un documento obligante desde un punto de vista magisterial. Es solo un instrumento de trabajo. Su discusión y maduración por las iglesias locales, será sin duda indispensable. Pues, lo que corresponde hacer ahora es que estas iglesias, a nivel de conferencias episcopales y de diócesis particulares, abran una conversación, una escucha, un debate, con el mismo espíritu del Sínodo. Esta vez la palabra debieran tenerla sobre todo los laicos.
En esta nueva etapa los obispos podrán organizar espacios de diálogo en diversos lugares y para personas de distintas edades y condiciones. No se sabe cómo se hará. Los obispos, al igual que el Papa, tendrían que garantizar la posibilidad de hablar con libertad, deberían disipar los miedos, estimular la escucha respetuosa y la apertura a la opinión de los demás. Francisco estuvo presente en el Sínodo de punta a cabo sin abrir nunca la boca. Habló al principio y al final. Jamás durante, ni siquiera en los momentos críticos, que sí los hubo. Escuchó, tomó notas, acompañó, animó a que los congregados dijeran lo que de verdad pensaban. En el año que viene, será especialmente importante que los obispos ayuden a los fieles a asimilar de corazón los resultados que vayan apareciendo en el camino (=synodos), sean cuales sean.
Sería preocupante, por todo lo anterior, que algunas diócesis no ayuden a sus fieles a participar en este discernimiento. Si un obispo, por ejemplo, no implementa actividades en las cuales laicos y sacerdotes debatan sobre la Relatio Synodi, dejará a su gente al desamparo, justo cuando más se necesita acoger su participación. Los católicos necesitarán ser asistidos para hacer propios los resultados de un Sínodo que, mientras no tenga lugar, no se sabrá exactamente cuáles serán. Los pastores han de ser pastores más que nunca.
Pablo VI ayudó a los obispos del Concilio a aprobar los documentos con el mayor consenso posible. Nada estaba hecho. Hubo que avanzar con incertidumbre, con fe. Todo fue haciéndose en un proceso emocional, espiritual y teológicamente intenso.
El Vaticano II continúa. El 2015 la Iglesia celebrará cincuenta años “de” concilio.
Jorge Costadoat SJ
Cristianismo en construcción
RD
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