lunes, 28 de julio de 2014

Algo para pensar y orar en esta semana



Algo para Pensar y Orar esta Semana

Ignacio pensaba que un tipo particular de ignorancia se encontaba en la raíz del pecado. El pecado mortal, decía él, es la ingratitud. Es “la causa, el principio y el origen de todos los males y pecados”; si se preguntara a unas cien personas cuál es el pecado que es el origen de todos los males, Ignacio apostaba que ninguna persona diría que es la ingratitud. Dirían que es el orgullo, la desobediencia, la avaricia o la ira. La idea de que pecamos porque no estamos de veras conscientes de la bondad de Dios, probablemente no se les ocurriría a muchas personas.

La gratitud tenía otro significado en los tiempos de Ignacio, del que tiene en la actualidad. Ella nos significa enviar mensajes de gratitud por los regalos de Nevidad, o agradecer a nuestros vecinos cuando nos ayudan en algo. Para nosotros, la ingratitud es algo como tener malos modales.

La gratitud era una actitud muy seria en la sociedad post medieval de Ignacio, la que estaba organizada bajo un conjunto de obligaciones mutuas, entre los que estaban en altos niveles jerárquicos o políticos. Cada uno debía estar atento a las contribuciones de todos los demás. La gratitud era la que unía firmemente a las personas entre ellas.
Pero las diferencias culturales son sólo parte de la historia. Al enfatizar la gratitud, Ignacio decía algo de la naturaleza de Dios. Dios es el donante generoso, el que nos derrama sus bendiciones como los rayos de sol brillan sobre la tierra. Si entendiéramos bien todo esto, correspondríamos con nuestro amor el amor de Dios. No pecaríamos. La gratitud es una buena palabra para esta calidad fundamental de nuestra relación con Dios. La ingratitud, nuestra ceguera de quién es Dios en realidad, es pues la raíz de todo pecado.

Jim Manney
Espacio Sagrado

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