viernes, 14 de febrero de 2014

Francisco, ante veinte mil novios: "Quererse para toda la vida es posible". Videos, Audio, Fotos


El Papa celebra San Valentín en el Vaticano y da la receta de un buen matrimonio: "Permiso, gracias y perdón"


"El matrimonio es un trabajo de todos los días. El Señor bendice, pero está en vuestra mano"


(Jesús Bastante/José M. Vidal).- El PapaFrancisco con más de 20.000 novios por laSan Valentín. Una fiesta laica que Francisco cristianiza. Una fiesta del amor. Con el lema "La alegría del sí quiero para toda la vida". Una fiesta en la que el Papa da las claves de la felicidad: la alegría, la capacidad de pedir perdón y dar las gracias. La voluntad de construir "la casa del amor día a día". Y un secreto: "Quererse para toda la vida es posible".
Dia soleado en San Pedro. La fiesta comienza a las 11 con un gospel. El Papa no llegará hasta las 12. En la espera, testimonios de historias de amor de diversas parejas, alternando con canciones, poemas, actuaciones de humoristas y diversas escenificaciones.
La primera parte termina con la interpretación de uno de los himnos de la Jornada Mundial de la Juventud: "Jesucristo, eres mi vida".
Pero, el Papa se retrasa y da tiempo a que el coro interprete varios de lso diferentes himnos de las JMJ. Antes de su entrada en la plaza llena de novios, Francisco envía el siguiente tuit: "Queridos jóvenes, no tengan miedo a casarse. Unidos en matrimonio fiel y fecundo, serán felices".
Por fin, a las 12,30 llega el Papa. Y saluda a los novios que están en el estrado y a todos los presentes en la Plaza. Se sienta en su silla y escucha una bella canción de amor en italiano.
La ceremonia es impresionante. Probablemente una de las más emotivas y divertidas de este año de pontificado. Francisco improvisa, se ríe, da consejos "de abuelo", pide perdón "por traer las respuestas preparadas", se golpea la cara cuando quiere aconsejar a los jóvenes que no tengan miedo a pedirse perdón. "Permiso, Gracias, Perdón", las tres claves para un matrimonio fiel. Bromea con las culpas que nadie quiere, como Adán en el Paraíso, o cuando "vuelan platos" en una discusión. "Que no acabe el día sin que hayáis conquistado la paz".
Tras el saludo de Vicenzo Paglia, tres parejas plantean tres interrogantes al Obispo de Roma. La primera -una pareja gibraltareña- la realiza en castellano. "Nos casamos el año que viene. Hay en nosotros un convencimiento irresistible, queríamos estar juntos para siempre, no queríamos rendirnos ante el ‘self service'", afirma él. Continúa ella: "Nos queremos mucho, y queremos que este amor permanezca y crezca, queremos estar juntos en losmomentos buenos en los difíciles, porque vemos que nuestra unión duplica las alegrías y divide en dos las tristezas".
"¿Es posible amarse para siempre?", se preguntó Francisco. "Hoy, tantas personas tienen miedo de hacer un paso definitivo. Un miedo general, porque forma parte de nuestra cultura". Y sin embargo, "quererse para toda la vida siempre es posible.Hoy, todo cambia rápidamente, nada dura mucho. Y esta mentalidad llega a los que se preparan al matrimonio ¿Cuánto dura el amor?"
"¿Es sólo un sentimiento, un estado psicofísico? Es cierto, pero el matrimonio es algo más. El amor es una relación, una realidad que crece y que se construye como una casa.Crece y se construye como una casa". Una casa a construir entre los dos. "Estad preparados para crecer juntos, a construir esta casa unidos para siempre".
"Hay sentimientos que van y vienen, pero el amor de verdad, el que viene de Dios, nace del proyecto de Amor de Cristo, que crece como quien construye una casa de afecto, de ayuda, esperanza y sustento".
"Como el amor de Dios, es estable, y es el amor que funda una familia estable y para siempre. Por favor, no nos dejemos convencer por la cultura de lo provisorio, que hoy nos invade a todos. ¡Esto no va!"
¿Cómo se cura el miedo del "para siempre"? Se cura día a día, en una vida que tiene un camino espiritual paso a paso. Poco a poco, en común
El "para siempre" no sólo es una cosa de duración. El matrimonio no sólo es bueno si dura. Es importante estar juntos. El señor puede multiplicar vuestro amor y hacerlo bueno, cada día.", concluyó el Papa.
"El amor es más grande cuando la familia crece con vosotros. En vuestro camino es importante la oración. Siempre. Uno por otro, el otro por el uno. Y todos para siempre. Multiplicad vuestro amor, en la oración del Padre Nuestro pedimos que nos dé el amor cotidiano. Porque el amor cotidiano de los esposos es el verdadero pan que nos sostiene.", añadió.
"Señor, danos hoy nuestro amor cotidiano", dijo el Papa. Y "obligó" a los 20.000 novios a decirlo en voz alta hasta tres veces. Enséñanos a amarnos cada día, con fidelidad, y con capacidad de renovarnos.
Stefano y Valentina, de 30 años, fueron la segunda pareja en preguntar al Papa. Ella música, él repostero. "Estamos enamorados". "Nuestro pasado ha estado caracterizado por períodos el uno sin el otro. Yo me convertí gracias a un sacerdote franciscano".
Nos conocimos en Madrid, en la JMJ, dijo ella. "No es simple la cotidianidad. Somos dos personas completamente diferentes. Crece en nosotros el entusiasmo, el deseo de formar una familia basada en el amor recíproco e incondicional". "El 18 de mayo próximo habíamos fijado nuestro enlace. Santidad, queremos afrontar un estilo de vida, de lo cotidiano, para aprender. ¿Qué consejos no puede dar?
El Papa respondió: "Un camino bello, paciente y fascinante". "Vuestro camino tiene que estar en torno a las tres palabras que has dicho: permiso, gracias, perdón"
Permiso: entrar en la vida del otro pidiendo permiso. ¿Te parece que lo hagamos así, que eduquemos así a nuestros hijos? Pedir permiso significa saber entrar con cortesía en la vida de los otros. No es fácil
El verdadero amor no se impone con dureza ni agresividad. San Francisco lo dice con esta expresión: "sabe que la cortesía es una de las propiedades de Dios, y es prima de la caridad, que exprime el odio y conserva el amor".
La cortesía conserva el amor. Hoy en nuestra familia y en nuestro mundo, hace falta más cortesía.
Gracias: no es fácil de pronunciar esta palabra, pero es muy importante. La gratitud que crece en tierra noble. Es necesaria la nobleza del alma para que crezca esta flor.
Recordad el Evangelio de Lucas: Jesús cura a muchos, y sólo uno vuelve a agradecérselo. ¿Sabemos agradecer en nuestra relación, y mañana en la vida matrimonial? La otra persona es un don de Dios. Y a los dones de Dios se dice "Gracias".
La tercera: perdón. En la vida hacemos tantos errores, tantos fallos. Los hacemos todos.Si hay alguna persona que nadie ha cometido un fallo, que alce la mano. ¿Alguien? Todos fallamos, todos. En cada día todos fallamos. La Biblia dice que el más justo peca siete veces al día. Por eso, la necesidad de usar siempre esta palabra. Es muy fácil acusas al otro y justificarse. Desde el padre Adán, cuando Dios le pregunta si ha comido del fruto. "Yo no, fue ella que me lo ha dado". No pongáis excusas: pedid perdón
Debemos reconocer nuestros errores y pedir perdón. Perdón si hoy alzo la voz, si he pasado sin saludar, si llego tarde, si esta semana he estado muy callado, si he parlado demasiado sin escuchar... Perdón si he rabiado y la pago contigo. Hay tantas veces a lo largo del día en que pedir perdón
Pero así crece una familia cristiana. Sabemos todos que no existe una familia perfecta, el marido o la mujer perfecta. No hablemos de la sociedad perfecta...
Existimos hoy, pecadores. Jesús, que nos conoce bien, nos enseña un secreto: no paséis un día sin haber pedido perdón, sin que la paz vuelva a nuestra casa ni a nuestra familia. Es normal que los esposos se peleen, que rabien, incluso que vuele un plato... Pero recordad esto: no acabéis el día sin hacer la paz. No, no, no... Esto es un secreto para conservar el amor. Para hacer la paz, no es necesario un bello mensaje (el Papa se abofetea cariñosamente la cara), hay que reconocer los fallos. No acabéis la jornada sin hacer la paz.
La tercera pareja, dos treintañeros italianos. Uno, Marco, converso a los 22 años. Ella, Miriam, siempre parte de la comunidad parroquial. Se casarán el 14 de septiembre. No queremos un certificado como el que te dan con una casa. Queremos festejar nuestro matrimonio, vivirlo bien. Vivir con la óptica de la sobriedad, no dejándonos el tiempo en los preparativos, los bombones, la decoración...
Sabemos que el momento histórico no nos ayuda, ni económica ni culturalmente. Nuestra meta debe ser la santidad, en una tranquila normalidad. Vemos en la familia la esperanza de cambiar. No podemos perder la esperanza. ¿Puede darnos algún consejo sobre cómo organizar y vivir nuestro matrimonio?
Y el Papa, por tercera vez, responde: "Hacedlo de modo que sea una verdadera fiesta. Una fiesta cristiana, no una fiesta mundana. El motivo más profundo de cualquier día, lo indica Juan, cuando habla del milagro de Caná. Imaginad el fin de fiesta bebiendo té.... Por indicación de María, Jesús se revela por primera vez, y transforma el agua en vino, y así salva la fiesta.
El secreto de la vida plena es la presencia de Jesús en la fiesta. Que sea una fiesta buena, pero con Jesús, no con el espíritu del mundo. Vuestro matrimonio sea sobrio, y que resalte lo que es verdaderamente importante.
Algunos están más preocupados por el banquete, las fotografías, el traje... son importantes, pero sólo si son capaces de mostrar la alegría.
Hacedlo de tal modo que siempre esté la presencia del Señor. Recordad el motivo de la alegría de aquel día. 
El matrimonio es un trabajo de todos los días. Un trabajo artesanal, de orfebrería, porque el marido y la mujer tienen que crecer en humanidad, pero esto se hace creciendo juntos. Esto no viene de fuera. El Señor bendice, pero está en vuestra mano, en vuestro trabajo, en vuestro modo de vivir y de amar. Procurad que el otro crezca. Trabajad por esto.

Este festejo surge también de la voluntad del papa Francisco de promover y reforzar la preparación para el sacramento del matrimonio.
La Iglesia Católica busca también devolverle su sentido primigenio a una fiesta que últimamente se ha difundido mucho pero con carácter laico, cuando su origen es religioso.
San Valentín, patrono de los enamorados, fue un obispo del siglo III después de Cristo, que, desafiando una prohibición del emperador romano Claudio II, casaba a parejas jóvenes a escondidas. Fue encarcelado y martirizado el 14 de febrero de 270. Muchos años más tarde, en el 495, y para contrarrestar las fiestas paganas de los romanos, llamadas Lupercales, dedicadas al amor y la fecundidad, el papa Gelasio I, decidió reivindicar el día de San Valentín.
RD

Francisco celebra San Valentín en San Pedro con miles de parejas



Más de 10 mil parejas acudieron a San Pedro esta mañana para asistir a un evento único. Por primera vez un Papa celebra así San Valentín, el patrón de los enamorados.

Bajo el lema "La alegría del sí es para siempre”, el Papa Francisco invitó a las parejas a prepararse bien para el matrimonio. Les dijo que es un compromiso que no se deben tomar a la ligera.

Francisco
"¿Qué es el "amor”? ¿Es solo un sentimiento, un estado psicofísico? Claro que si fuera así, no se puede construir nada sólido”.

Las parejas de prometidos también pudieron hacer preguntas al al Papa. Entre ellas, qué hacer con el miedo a un compromiso de por vida, que incluye matrimonio y familia.

Francisco
"Un matrimonio no se puede fundar sobre la arena de sentimientos que vienen y van, sino sobre la roca del amor verdadero, el amor que viene de Dios. La familia nace de este proyecto de amor”.

Varios cantantes participaron en el encuentro, y las parejas incluso se llevaron uncojín donde poner los anillos el día de su boda.

El Papa explicó que la fe fortalece el matrimonio, y que casarse por la Iglesia no sólo apostar por un matrimonio para toda la vida, sino por un matrimonio de calidad en el que se respeta al otro.

Francisco
"Hace falta aprender a preguntar. ¿Puedo hacer esto? ¿Te parece bien que lo hagamos así? ¿Seguimos esta iniciativa? ¿Educamos así a nuestros hijos? ¿Salimos esta noche? En resumen: pedir permiso significa entrar con cortesía en la vida del otro”. 

El Papa concluyó que el perdón es fundamental en el matrimonio, tanto pedirlo como darlo. No siempre es sencillo, reconoció, pero con oración resulta más fácil.



Miles de novios se reúnen con el Papa Francisco en el día de su Patrono, San Valentín


Escuchar audio, aquí

Una fiesta de novios, que ante el Papa Francisco muestran su amor, alimentado por los valores cristianos y el deseo de hacerlo constructivo en la sociedad, en el día de su Patrono, San Valentín. 

Con este espíritu más de veinte mil jóvenes procedentes de unos treinta países, se dieron cita desde esta mañana en la Plaza de San Pedro, invitados por el Consejo Pontificio para la Familia.

Una fiesta con testimonios de jóvenes que se preparan al matrimonio, cantos y coreografías que se fueron alternando en espera de la llegada del Santo Padre, quien los saludó y respondió a las preguntas de algunos de ellos. 

Y de hecho, en el tweet de esta mañana, dedicado a esta jornada, Francisco los exhorta escribiendo: “Queridos jóvenes, no tengan miedo a casarse. Unidos en matrimonio fiel y fecundo, serán felices”.

(MFB – RV).


Preguntas de algunas parejas de novios y respuestas del Papa:


El miedo al “para siempre”
Santidad, muchos piensan que prometerse fidelidad para toda la vida sea un proyecto demasiado difícil; muchos sienten que el desafío de vivir juntos para siempre es bello, fascinante, pero demasiado exigente, casi imposible. Le pedimos su palabra para iluminarnos sobre esto. 
Agradezco por el testimonio y la pregunta. Les explico: ellos me han enviado las preguntas anticipadamente, se entiende… y así he podido reflexionar y pensar una respuesta un poco más sólida.

Es importante preguntarse si es posible amarse “para siempre”. Esta es una pregunta que tenemos que hacer: ¿Es posible amarse “para siempre”? Hoy tantas personas tienen miedo de hacer elecciones definitivas. Un joven decía a su obispo: “pero yo quiero ser sacerdote, pero sólo por diez años…”. ¡Tenía miedo de hacer una elección definitiva! Pero es un gran temor general, propio de nuestra cultura. Hacer elecciones para toda la vida, parece imposible. Hoy todo cambia rápidamente, nada dura por mucho… Y esta mentalidad lleva a muchos que se preparan al matrimonio a decir: “estamos juntos mientras dura el amor” ¿y después? Nos despedimos y hasta luego… y termina así el matrimonio. ¿Qué es eso? ¿Sólo un sentimiento, un estado psicofísico? Cierto, si es esto, no se puede construir sobre esto nada sólido. Pero si en cambio el amor es una relación, entonces es una realidad que crece, y podemos también decir a modo de ejemplo, que se construye como una casa. ¡Crece y se construye como una casa! ¡Y la casa se construye juntos, no solos! Construir aquí significa favorecer y ayudar al crecimiento. Queridos novios, ustedes se están preparando para crecer juntos, para construir esta casa, para vivir juntos para siempre. No quieran fundarla sobre las arenas de los sentimientos que van y vienen, sino sobre la roca del amor verdadero, el amor que viene de Dios. La familia nace de este proyecto de amor que quiere crecer como si construyeran una casa, que sea lugar de afecto, de ayuda, de esperanza, de apoyo. Como el amor de Dios es estable y para siempre, así también el amor que funda la familia, queremos que sea estable y para siempre. ¡Por favor, no tenemos que dejarnos vencer por la “cultura de lo provisorio”! Esta cultura que hoy nos invade a todos, esta cultura de lo provisorio. ¡Esto no va! 

Por lo tanto, ¿cómo se cura este miedo del “para siempre”? Este miedo del “para siempre”, ¿cómo se cura? Se cura día a día, confiándose en el Señor Jesús en una vida que se hace camino espiritual cotidiano, hecho de pasos, pasos pequeños, pasos de crecimiento común, hecho de empeño para transformarse en hombres y mujeres maduros en la fe. Porque, queridos novios, el “para siempre” no es sólo una cuestión de duración. Un matrimonio no se logra sólo si dura, sino que es importante su calidad. Estar juntos y saberse amar para siempre es el desafío de los esposos cristianos. Me viene a la mente el milagro de la multiplicación de los panes: también para ustedes, el Señor puede multiplicar vuestro amor y donárselo fresco y bueno cada día. ¡Tiene una reserva infinita! Él les dona el amor que está como fundamento de vuestra unión y cada día lo renueva, lo refuerza. Y lo hace todavía más grande cuando la familia crece con los hijos. En este camino es importante, es necesaria la oración, ¡siempre! ¡Él por ella, ella por él, y ambos juntos! Pidan a Jesús multiplicar vuestro amor. En la oración del Padrenuestro nosotros decimos así: “Señor, danos hoy nuestro amor de cada día”. ¡Porque el amor cotidiano de los esposos es el pan! ¡El verdadero pan del alma, aquél que los sostiene para ir adelante! Y la oración: ¿podemos hacer la prueba para saber si sabemos hacerla? “Señor, danos hoy nuestro amor de cada día”. ¡Todos juntos!: “Señor, danos hoy nuestro amor de cada día”. ¡Otra vez!: “Señor, danos hoy nuestro amor de cada día”. Esta es la oración de los novios y de los esposos. ¡Enséñanos a amarnos, a querernos mucho! Más se confían en Él, más vuestro amor será “para siempre”, capaz de renovarse, y vencerá cada dificultad. Esto he pensado que quería decirles a ustedes, respondiendo a vuestra pregunta. ¡Gracias!


Vivir juntos: el “estilo” de la vida matrimonial

Santidad, vivir juntos todos los días es bello, da alegría, sostiene. Pero es un desafío que afrontar. Creemos que es necesario aprender a amarse. Hay un “estilo” de vida de pareja, una espiritualidad del cotidiano que queremos aprender ¿Puede ayudarnos en esto, Padre Santo?

Vivir juntos es un arte, un camino paciente, bello y fascinante. No termina cuando se han conquistado uno al otro… ¡Al contrario, es justamente allí cuando inicia! Este camino de cada día tiene reglas que pueden resumir en estas 3 palabras que tu has dicho, palabras que he repetido tantas veces a las familias: permiso –o sea “puedo” tu has dicho– gracias y perdón.

“¿Puedo? – Permiso” es el pedido gentil de poder entrar en la vida de alguien con respeto y atención. Es necesario aprender a pedir: ¿puedo hacer esto? ¿Te gusta que hagamos así, que tomemos esta iniciativa, que eduquemos así a nuestros hijos? ¿Quieres que esta tarde salgamos?... En fin, pedir permiso significa saber entrar con cortesía en la vida de los otros. Pero escuchen bien esto: ¡saber entrar con cortesía en la vida de los otros! ¡Y no es fácil! ¡No es fácil! A veces, en cambio, se usan maneras un poco pesadas, ¡como ciertas botas de montaña! El amor verdadero no se impone con dureza ni agresividad. En las “Florecillas de San Francisco” se encuentra esta expresión: “Has de saber que la cortesía es una de las propiedades de Dios… y la cortesía es la hermana de la caridad, la cual apaga el odio y conserva el amor” (Cap. 37). Sí, la cortesía conserva el amor. Y hoy en nuestras familias, en nuestro mundo, frecuentemente violento y arrogante, hay necesidad de mucha más cortesía. Y esto puede comenzar desde casa.

“Gracias” Pero parece fácil pronunciar esta palabra, pero sepamos que no es así… ¡pero es importante! ¡La enseñamos a los niños, pero después la olvidamos! ¡La gratitud es un sentimiento importante! Una anciana, una vez, me decía en Buenos Aires: “la gratitud es una flor que crece en tierra noble”. Es necesaria la nobleza del alma para que crezca esta “flor”. ¿Recuerdan el Evangelio de Lucas?: Jesús cura diez enfermos de lepra y después sólo un vuelve atrás a agradecer a Jesús. Y el Señor dice: “¿Y los otros nueve donde están?” ¿Esto no vale también para nosotros? ¿Sabemos agradecer? En vuestra relación, y mañana en la vida matrimonial, es importante tener viva la conciencia que la otra persona es un don de Dios y a los dones de Dios se dice: “¡Gracias!”. ¡A los dones de Dios se dice: “Gracias”!. Y en esta actitud interior decirse gracias mutuamente, por cada cosa. No es una palabra gentil para usar con los extraños, para ser educados. Es necesario saberse decir gracias, para ir adelante, bien, juntos en la vida matrimonial.

La tercera: “Perdón”. En la vida hacemos tantos errores, tantas equivocaciones. Todos lo hacemos. ¿Pero quizás aquí hay alguno que nunca haya cometido algún error? ¡Que levante la mano si hay uno aquí, una persona que jamás se haya equivocado! ¡Todos los hacemos! ¡Todos! Quizás no hay un día en que no nos equivoquemos. La Biblia dice que: “El más justo peca siete veces al día”. Y así, nosotros cometemos errores… Aquí está, entonces, la necesidad de usar esta simple palabra: “perdón”. 

En general cada uno de nosotros está listo para acusar al otro y para justificarse a sí mismo. Pero esto comenzó con nuestro padre Adán, cuando Dios le pregunta: “Pero Adán, tu has comido de aquél fruto?” “¿Pero yo? ¡No! Es ella la que me lo ha dado!” Acusar al otro para no pedir “disculpas”, “perdón”, ¡es una vieja historia! Es un instinto que está en el origen de tantos desastres. Aprendemos a reconocer nuestros errores y a pedir perdón. “Perdona si hoy alcé la voz”, “perdona si pasé sin saludar” “perdona si hoy se me hizo tarde” “perdona si esta mañana estuve silencioso” “si he hablado demasiado sin escuchar nunca” “perdona, me olvidé”, “perdona, estaba enojado y me la agarré contigo”… Pero tantos “perdona” al día podemos decir. También así crece una familia cristiana. Sabemos todos que no existe una familia perfecta, ni el marido perfecto, o la mujer perfecta. Ni hablemos de la suegra perfecta… Existimos nosotros, pecadores. Jesús, que nos conoce bien, nos enseña un secreto: no terminar nunca un día sin pedirnos perdón, sin que la paz vuelva a nuestra casa, a nuestra familia. Es habitual pelear entre esposos, pero siempre hay algo: nos hemos peleado… Quizás se han enojado, quizás han volado los platos, pero por favor recuerden esto: ¡nunca terminen el día sin hacer la paz! ¡Nunca, nunca, nunca! Este es el secreto, un secreto para conservar el amor y para hacer la paz, no es necesario un gran discurso… A veces un gesto así y … se hacen las paces. Nunca terminar, porque si tu terminas el día sin hacer las paces, aquello que tienes dentro, al día siguiente es frío y duro, y es más difícil hacer las paces. Recuerden bien: ¡nunca terminar el día sin hacer las paces! Si aprendemos a pedirnos perdón y a perdonarnos mutuamente, el matrimonio durará y andará adelante. Cuando vienen a las audiencias o a la misa aquí a Santa Marta, los ancianos esposos que hacen el 50º Aniversario, yo les hago la pregunta: “¿Quién soportó a quién?” ¡Es lindo eso! Todos se miran, me miran y me dicen: “¡Pero, ambos!” ¡Es lindo eso! ¡Que lindo testimonio!


El estilo de la celebración del casamiento

Santidad, en estos meses estamos haciendo tantos preparativos para nuestra boda. ¿Puede darnos algún consejo para celebrar bien nuestro matrimonio?

Hagan de modo que sea una verdadera fiesta, porque ¡el Casamiento es una fiesta, una fiesta cristiana, no una fiesta mundana! El motivo más profundo de la alegría de aquel día lo indica el Evangelio de Juan: ¿Recuerdan el milagro de las bodas de Caná? A un cierto punto el vino se acaba y la fiesta parece arruinarse. Imagínense terminar la fiesta tomando té… No, no va! Sin vino no hay fiesta! Por sugerencia de María, en aquel momento Jesús se revela por primera vez y da un signo: transforma el agua en vino y, con eso, salva la fiesta del casamiento. Cuanto ha sucedido en Caná, dos mil años atrás, sucede en realidad en cada fiesta nupcial: eso que hace lleno y profundamente verdadero vuestro matrimonio será la presencia del Señor que se revela y dona su gracia. Es su presencia que ofrece el “vino nuevo”, y es Él el secreto de la alegría plena, aquella que entibia realmente el corazón. ¡Es la presencia de Jesús en aquella fiesta! ¡Pero que sea una bella fiesta, pero con Jesús! ¡No con el espíritu del mundo! ¡No! ¡Aquello se siente, cuando el Señor está allí!

Al mismo tiempo, está bien que vuestro matrimonio sea sobrio y haga resaltar aquello que es realmente importante. Algunos están más preocupados por los signos exteriores, por el banquete, por las fotos, por la ropa, por las flores… son cosas importantes en una fiesta, pero sólo si son capaces de indicar el verdadero motivo de vuestra alegría: aquella bendición del Señor sobre vuestro amor. Hagan de modo que, como el vino de Caná, los signos exteriores de vuestra fiesta revelen la presencia del Señor y les recuerden a ustedes y a todos los presentes el origen y el motivo de vuestra alegría.

Pero hay algo que tú has dicho y que quiero tomar al vuelo, porque no quiero dejarla pasar. El matrimonio es también un trabajo de todos los días y podría decir un trabajo artesanal, un trabajo de orfebrería, porque el marido tiene la tarea de hacer más mujer a su mujer y la mujer tiene la tarea de hacer más hombre a su marido. Crecer también en humanidad, como hombre y como mujer. Pero esto se hace entre ustedes. Esto se llama crecer juntos. ¡Pero esto no viene del aire! El Señor lo bendice, pero viene de vuestras manos, de vuestras actitudes, del modo de vivir, del modo de amarse. ¡Hacerse crecer! Siempre procurar que el otro crezca. Trabajar para esto. Y así, no se, pienso en ti, que un día andarás por la calle de tu país y la gente dirá: “pero mira aquella, que linda mujer!”… “¡se entiende, con el marido que tiene!”. Y es esto, llegará a esto: hacernos crecer juntos, uno al otro. Y los hijos tendrán esta herencia de haber tenido un papá y una mamá que han crecido juntos, haciéndose – uno al otro– más hombre y más mujer!

(Traducción del italiano, Mariana Puebla- Radio Vaticano)























La república

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