Tomás el incrédulo
El apodo “Tomás el incrédulo” siempre me ha molestado. Después de todo, Tomás poseía una gran fe, y por ella dejó todo lo que tenía: familia, amigos, hogar y trabajo, para seguir a Jesús. Y sin embargo, lo recordamos sólo por un momento, en el que le surgió una comprensible duda, ante una situación tan inesperada. De hecho, no creo que mi reacción ante la noticia que recibió hubiera sido muy distinta. Cuando me coloco al lado de Tomás al leer el Evangelio de Juan, veo que Tomás, en su humanidad, es una figura destacada.
Como Tomás no estaba con los demás discípulos en la Sala de Arriba, cuando Jesús se les apareció por primera vez, su encuentro con Cristo Resucitado fue postergado. En cierto sentido, su especial experiencia con el Resucitado lo llevó a una Pascua personal.
En el relato de Tomás, somos testigos de la jornada espiritual de un alma deseosa de acompañar a Jesús, a pesar de tener una humanidad real y con defectos. En Tomás, también podríamos ver la historia del “otro”, aquél que se separó de la comunidad, una figura que todos los que desean acompañar a Jesús, en fe y en obras, nos pueden relatar.
Rebeca Ruiz
Espacio Sagrado
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