San Pedro Claver fue un misionero jesuita español, conocido por la protección y Evangelización de los esclavos negros de Colombia.
Juan Pedro Claver Corberó nació en junio de 1580 en el pueblo de Verdú, en el Valle de Urgel, en Aragón. Su padre fue Pedro Claver Mingüella, un sencillo labrador propietario de sus propios olivares, y Ana Corberó, quien murió cuando Juan Pedro tenía trece años de edad.
Desde pequeño, Juan Pedro soñaba con abrazar la vida religiosa, viendo el ejemplo de sacerdotes cercanos a su familia, entre ellos un tío suyo que era canónigo, quien le ayudará a ingresar al clero. Con quince años, Juan Pedro recibe la tonsura en Verdú, y un año después, se traslada a Barcelona a realizar estudios de artes y letras, financiados por su tío. Una vez finalizados esos estudios, ingresa al Colegio de Belén para estudiar filosofía, donde toma contacto con los jesuitas, y fascinado por su carisma, decide ingresar a la Compañía de Jesús en el año de 1602.
Tras realizar sus primeros votos como jesuita, se traslada a Gerona donde continúa con estudios de humanidades. En 1605, es enviado a Palma de Mallorca, donde continúa estudiando filosofía en el Colegio de Monte Sión. En ese colegio, traba amistad con un anciano jesuita que hacía las funciones de portero del colegio. Éste le comienza a animar a unirse a las misiones en la América Española, donde ha surgido la oportunidad de llevar la Buena Nueva a tantas almas. Este portero sería nadie más ni menos que San Alonso Rodríguez.
Sin aún ser ordenado sacerdote, el joven jesuita consiguió permiso de sus superiores para ir a las misiones en el Nuevo Mundo. La valoración de sus superiores no era buena, pues el joven seminarista era considerado poco apto para los estudios, de poca sabiduría espiritual, así como mediocre en el ejercicio de sus deberes. A pesar de que sus talentos parecían pocos, Juan Pedro tenía un corazón fuerte, cosa que le llevaría a alcanzar las virtudes heroicas que probó más tarde en América. El 23 de enero de 1610, Juan Pedro zarpó junto a otros misioneros desde Sevilla al Nuevo Reino de Granada.
Una vez en Cartagena de Indias, Juan Pedro es trasladado a Bogotá para continuar con sus estudios de teología, donde consigue el oficio de hermano portero. Al terminar sus estudios en el noviciado de Tunja, es enviado a Cartagena, donde se le ordena sacerdote el 19 de marzo de 1616. En Cartagena, al nuevo sacerdote le llamaba la atención la gran cantidad de negros que llegaban de África a trabajar como esclavos en los campos, y las pobres condiciones en las que se encontraban, tanto física como espiritualmente.
Impactado por su situación, el Padre Pedro decide entregarse en cuerpo y alma a los africanos, tomando como máxima el lema que inscribió en su profesión perpetua: Petrus Claver, aethiopum semper servus (Pedro Claver, esclavo de los negros para siempre). Al enterarse de la llegada de un barco con esclavos al puerto, el Padre Claver se acercaba con un grupo de intérpretes a los recién llegados, a quienes recibía con plátanos, aguardiente, pan, vino, naranjas, limones y sahumerios. Desde su llegada, el jesuita les cuidaba personalmente, interviniendo ante sus amos cuando sabía que alguno sería severamente castigado. Su confesionario lo reservaba casi exclusivamente para los esclavos, y después de ellos para los indios, pues decía que a los caballeros les sobraban los confesores, y que su confesionario era muy estrecho para los guardainfantes de las señoras, que era la ancha falda que usaban en la época.
La predicación del Padre Claver no siempre se realizaba con ternura, alguna vez tuvo que irrumpir con un látigo en los carnavales que hacían los esclavos, entregados a los excesos, iracundo por la facilidad con la que expulsaban de sus corazones la Palabra de Dios. Durante su labor, muchos fueron los que acusaron a Claver de todo tipo de cosas, entre las que se encontraba evitar dar la confesión a los españoles, también necesitados del sacramento, ser muy perezoso y con tendencia a la melancolía, así como una mala gestión del dinero que conseguía para sus labores evangelizadoras. A pesar de las críticas de los comerciantes de Cartagena, así como que de varios de sus hermanos jesuitas, el Padre Claver continuó su labor lo mejor que pudo.
En 1650 cayó enfermo por la peste, que acechaba a la población costera con asiduidad. Rápidamente le invadió una fuerte parálisis en las piernas, y una fuerte agitación tomaba posesión de sus manos, aunque según los testimonios de muchos, le paraba tan solo cuando decía misa. Tras largos años de enfermedad y agonía, el Padre Claver falleció el 9 de septiembre de 1654 en su celda de Cartagena.
Desde antes de su muerte, miles de personas de la ciudad comenzaron a peregrinar a su celda, esperando poder verle o tocarle antes de que falleciera. Aún después, un sacerdote afirmaba que las visitas a la tumba del Padre Claver hacían que que la ciudad pareciera encontrarse en un permanente Jueves Santo. Inclusive aquellos que lo habían criticado se sentían conmovidos por la vida de este sencillo sacerdote, que se dedicaba a cuidar de manera humilde y silenciosa a los más desprotegidos, y que bautizaba de manera incansable a muchos cuyas almas se consideraban insalvables por muchos.
En 1850, el Padre Claver fue beatificado por el Papa Pío IX, y en 1888, el Papa León XIII le canonizó, nombrándole patrono de los esclavos y de las misiones de negros en 1896. En su canonización, el Papa León XIII dijo: “Pedro Claver es el santo que más me ha impresionado después de la vida de Cristo.”
Infovaticana
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