La espiritualidad Ignaciana, aunque nació en el seno de la familia vasca y campestre de Ignacio, y fue desarrollada en una cueva cerca de la pequeña ciudad de Manresa, es – yo creo – una espiritualidad urbana. Distinto de otros maestros espirituales, que se retiraron del mundo a conventos y monasterios en su búsqueda de Dios, Ignacio y sus primeros compañeros fueron a las plazas y mercados de Europa a predicar las Buenas Nuevas. Por lo tanto, la espiritualidad Ignaciana es activa en la búqueda de encontrar a Dios en todas las personas, en todos los lugares y en todas las situaciones.
Sin embargo, además, es una espiritualidad contemplativa; porque no hay esperanza en encontrar a Dios en cualquier parte, si no estás atenta/o y preparada/o. Tenemos entonces una paradoja: esta espiritualidad se regocija en el Dios que nos crea momento-a-momento, y busca que trabajemos con Cristo en la construcción del Reino de Dios. Es una opción muy laboriosa … y además una en la cual debemos estar abiertos, atentos e imbuídos constantemente en nuestras oraciones. (Mientras escribo estas líneas tengo la imagen de una de esas personas que simultáneamente golpea el tambor, toca los cimbales y saca una melodía de su armónica!)
Esto se puede hacer. Conozco personas que son “Maestros Jedi” como contemplativos en acción, y además sé que hay miles y miles de personas como yo que se quedan cortas cada día; pero que también han tenido suficientes destellos de contemplación en acción, para desear seguir tratando una y otra vez.
Paul Brian Campbell
Espacio Sagrado
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