Tal vez no tenemos muy claro cómo explicarla, ni cómo sería. No sabemos muy bien describirla. ¿Qué ocurrió? Sabemos que no se trataba de revivir como si uno pospusiera la muerte por unos años. Fue, más bien, volver a la Vida, pero así, con mayúscula. Volver a una nueva etapa, más plena, más definitiva, eterna pero vinculada a lo de aquí. No sabemos muy bien en qué consistió, pero sí tenemos claro cuáles son sus efectos, sobre todo en quienes llegan a creer, de verdad, en ella.
Efectos de la Resurrección - Coraje
«El ángel dijo a las mujeres: vosotras no temáis. Sé que buscáis a Jesús, el crucificado. No está aquí; ha resucitado como había dicho» (Mt 28, 5)
Se acaba el temor. Una de las palabras que más repite el Resucitado es «No tengáis miedo». Y está bien eso de tener valor en la vida, cuando hay tantos motivos que a veces nos hacen vivir un poco asustados, temerosos de lo que pueda ocurrir. Da miedo equivocarse. Y quedarse solo. Eso asusta mucho. Da miedo el rechazo de los demás. Asusta, también, el fracaso en lo que uno acomete. La enfermedad, el desamor, el dolor… Pero la palabra sigue ahí, clara y directa. «No tengas miedo». Porque, pase lo que pase, el último giro del camino nos va a conducir a una tierra buena. Y esa certidumbre permite plantarle cara a todos nuestros fantasmas.
¿Qué te da miedo?
Unificación
Unifica en ti
mis dispersiones.
Apaga mis seducciones
que me precipitan al vacío.
Disuelve mis miedos
que me paralizan en la muerte.
Fija mi deseo
sólo en ti.
Acoge en tu descanso
lo que soy y lo que fui.
mis dispersiones.
Apaga mis seducciones
que me precipitan al vacío.
Disuelve mis miedos
que me paralizan en la muerte.
Fija mi deseo
sólo en ti.
Acoge en tu descanso
lo que soy y lo que fui.
Benjamín G. Buelta
Efectos de la Resurrección - Esperanza
«Por tanto, id a hacer discípulos entre todos los pueblos, bautizadlos consagrándolos al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, y enseñadles a cumplir cuanto os he mandado. Yo estaré con vosotros siempre, hasta el fin del mundo» (Mt 28, 19-20)
Uno se imagina a los discípulos, antes de Pascua, muy desesperanzados. Como uno mismo a veces lo está, cuando tienes días tontos, grises; cuando lo pasas mal, cuando no haces pie en lo cotidiano o te sientes triste, y ni siquiera sabes por qué; cuando todos los días parecen iguales, y te invade una cierta melancolía sin nombre ni objeto; cuando Dios calla; y los amigos tampoco hablan mucho. Pero entonces empiezan los ecos, los testimonios, las palabras que a unos y otros les llenan de fuerza. Y recuperan la ilusión, la capacidad de soñar y la fe en que lo bueno está por llegar. Una tierra nueva.
¿Qué anhelas? ¿Qué esperas, con verdadero deseo, en este momento de tu vida?
La Tierra Nueva
En la tierra nueva
las casas no tienen llaves
ni los muros rompen el mundo.
Nadie está solo.
No se habla mucho del amor,
pero se ama
con los ojos,
las manos
y las entrañas.
Las lágrimas son fértiles,
la tristeza se ha ido
para no regresar,
y se ha llevado con ella
la pesada carga
del odio y los rencores,
la violencia y el orgullo.
Es extraña la puerta
que abre esa tierra:
es la sangre derramada
de quien se da sin límite,
es la paciencia infinita
de quien espera en la noche,
es la pasión desmedida
de un Dios entregado
por sus hijos; nosotros,
elegidos para habitar
esa tierra nueva.
las casas no tienen llaves
ni los muros rompen el mundo.
Nadie está solo.
No se habla mucho del amor,
pero se ama
con los ojos,
las manos
y las entrañas.
Las lágrimas son fértiles,
la tristeza se ha ido
para no regresar,
y se ha llevado con ella
la pesada carga
del odio y los rencores,
la violencia y el orgullo.
Es extraña la puerta
que abre esa tierra:
es la sangre derramada
de quien se da sin límite,
es la paciencia infinita
de quien espera en la noche,
es la pasión desmedida
de un Dios entregado
por sus hijos; nosotros,
elegidos para habitar
esa tierra nueva.
José Mª R. Olaizola
pastoralsj
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