Un respirador es un tercer pulmón que la humanidad pone a quien no se puede valer solo por los suyos. Simbólicamente, la pandemia Covid-19 lo ha convertido en el objeto más valioso del mundo. En las circunstancias actuales de pandemia, el desarrollo de una sociedad se está midiendo por cuántos respiradores tiene. Se decide si se deja morir a un anciano en una residencia dependiendo de los respiradores disponibles. La angustia de los respiradores llevó a que Israel diera carta blanca al MOSAD -agencia de operaciones secretas de espionaje y antiterrorismo- para conseguirlos por cualquier medio. La solidaridad se ha medido en respiradores.
El Respirador es el nuevo patrón oro
Contaba Vida Nueva el 3 de abril que la Diócesis de Albacete compró cuatro respiradores para ayudar a frenar el coronavirus en el Hospital Universitario. También compró y donó al hospital un aparato de rayos X portátil para evitar trasladar pacientes, en tan delicado estado de salud y con un virus tan contagioso. La diócesis se puso en contacto con el hospital para preguntar qué necesitaban e inmediatamente les dijeron que lo más urgente eran los respiradores. Castilla La Mancha solo tiene en toda la región 17 respiradores y está teniendo una gran mortandad de mayores. Esos cuatro respiradores aumentan un 25% los recursos. En esas circunstancias, los respiradores son más dramáticos porque se está decidiendo entre la vida y la muerte, a quien se le pone el respirador. SI hubiera habido más respiradores, más ancianos de residencias hubieran sido trasladados a hospitales. Además, monseñor Ángel Collado entregó las llaves de la Casa de Ejercicios Espirituales a las autoridades públicas. Tiene 40 habitaciones con baño y está muy cerca del Hospital Perpetuo Socorro. Eso es la más profunda expresión de bendecir al mundo.
El respirador –junto a mascarillas, máscaras, trajes de protección, etc.– se convirtió en el icono de la lucha contra el coronavirus, el desarrollo y la solidaridad. BBVA adquirió 2.813 respiradores en China para donar a hospitales de España y Latinoamérica, Amancio Ortega el 3 de abril ya había donado 1.200 respiradores, Iberdrola compró 438 respiradores, Endesa 100 respiradores, la red emprendedora EO regaló 80 a distintas ciudades españolas. No necesitamos un capitalismo compasivo, sino una economía justa y sostenible, pero la gratitud es necesaria.
Se convirtió en un signo de solidaridad entre países y territorios. El 3 de abril Alemania regaló 100 respiradores a España e Inglaterra, y el 4 de abril el gobierno de China y la plataforma Alibaba donaron 1.000 respiradores a Nueva York. El 6 de abril california donó 500 respiradores también a Nueva York. La primera semana de mayo Estados Unidos regaló 1.000 respiradores a Sudáfrica.
Las donaciones de respiradores sucedieron a gran y pequeña escala también, como la de la Iglesia de Albacete. También en Albacete, el Colegio Oficial de veterinarios quería expresar su solidaridad y juntó fondos para comprar un respirador que regaló al hospital. El Papa Francisco envió 40 respiradores a Rumanía, Siria, Palestina, España e Italia. La Fundación Charles Darwin donó 2 respiradores al hospital de las Islas Galápagos. Los hijos del astrofísico Stephen Hawking donaron su respirador al Hospital de Cambridge.
La producción cooperativa de respiradores
Un respirador –o ventilador mecánico– invasivo –que permite la intubación– es una máquina compleja y reciente. En 1907 los alemanes inventaron el Pulmotor, en 1928 Harvard creó el Pulmón de Acero, en 1955 un aviador estadounidense diseñó el respirador neumático universal Bird 7 que lo hacía pequeño e independiente de la electricidad. En 1971, finalmente, los suecos patentaron el SERVO 900 –electrónico, pequeño, silencioso y eficaz–, que ha ido evolucionando hasta la actualidad y de ahí deriva la pluralidad de modelos que existen.
Los precios de los respiradores varían. El modelo de respirador VG70 de Aeonmed costó al Gobierno de España 18.118 euros cada uno. El precio de los respiradores en el mercado fue evolucionando desde el comienzo de la pandemia, aunque cada vida humana seguía valiendo lo mismo. El gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, denunció el 30 de marzo la especulación mercantilista con los respiradores. Comenzó comprándolos por 20.000 dólares y subieron a 66.000 dólares por la competencia entre estados dentro del propio país. El hipercapitalismo es extraordinariamente ineficaz para asignar recursos y precios.
Respiradores cooperativos
La producción cooperativa no lucrativa de respiradores es otra alternativa. Tras la pandemia del SARS de 2003, en 2008 se creó un modelo de respirador llamado Pandemic Ventilator y se subió a Internet en código gratuito y abierto para poder ser fabricado en cualquier lugar. Durante la pandemia Covid-19 se diseñaron distintos modelos abiertos. El 23 de marzo la empresa polaca de impresoras 3D Urbicum difundió un modelo de código abierto llamado VentiAid. El 29 de marzo el MIT comenzó a diseñar otro modelo universal gratuito.
El 11 de abril se publicó que una red de 40 científicos e ingenieros israelíes, en colaboración con las Fuerzas Armadas de Israel, crearon en 10 días un modelo de respirador llamado AmboVent (1960-108), cuya producción cuesta entre 500 y 1.000 dólares. La red de AmboVent produjeron 20 réplicas y las enviaron a redes de médicos internacionales para que fuera examinado y difundido. El 15 de abril la autoridad federal estadounidense avalaba el uso médico del modelo Coventor desarrollado por la Universidad de Minnesota y de patente abierta, cuya producción costaba solo un 4% del precio de mercado de un respirador estándar, aproximadamente 800 euros. La NASA creó en 37 días un nuevo modelo de respirador llamado VITAL (Ventilator Intervention Technology Accesible Locally). Cualquiera de todos estos modelos está disponible en Internet, es una patente libre y gratuita y puede ser producida por cualquier fábrica del mundo –lucrativa o no– sin pagar royalties. La economía cooperativa funciona mucho mejor que el hipercapitalismo.
Perdimos el valor de las cosas
El respirador nos devuelve a la realidad y la escasez. Nos habíamos hecho insensibles a un mundo económico sin medida del valor. Nos habíamos resignado a ser capitalistas, a vivir como seres irreales. Las distorsiones entre lo que cuesta algo y para lo que sirve es uno de los buenos modos de ver el realismo de muestro mundo. Necesitamos redescubrir los valores y el valor real de las cosas. Miremos algunos datos del grado de irrealidad que se había instalado como “vieja normalidad”.
Lo más caro del mundo son los materiales de alta tecnología como la antimateria o el californio-252 (usado para buscar capas profundas de petróleo). Bajando a cosas que puedas regalar a tu acompañante en el curso de un viaje en avión privado, cada gramo de painita cuesta trescientos mil dólares el gramo, es el mineral más caro, usado en joyería. El diamante puede costar 65 mil dólares el gramo. Dejando aparte los minerales de joyería y yendo a otras drogas, lo siguiente que se paga más es un gramo de LSD (tres mil dólares por gramo), crack de cocaína (600 dólares el gramo), metanfetamina (120 dólares el gramo) y la heroína (110 dólares cada gramo). A continuación, ya llegamos al cuerno de rinoceronte: 55 dólares por gramo.
Se paga por lo que nos hacen creer que una cosa significa: el valor de signo. ¿Cuánto puede costar una comida o una bebida? Depende del glamour, espectáculo, lo que los medios lo alaben. Por ejemplo, según Forbes en 2017, en Dubai, además joyas y oro por todos los pasillos, en el famoso hotel Burj Al Aran (el que parece una vela en la orilla) ofrecen un cocktail (de nombre 27.321) del que cada copa cuesta 3.380 dólares. También se puede optar por comer la Pizza Royale creada por el chef Domenico Crolla y que contiene oro comestible, caviar, venado, langosta y champagne: 4.200 dólares la pizza (tamaño familiar). Se puede acompañar de una botella de Romanée-St-Vivant, un borgoña que cuesta 15.000 euros y es considerado el vino más caro del mundo. Luego te puedes ir a dormir al hotel más caro del mundo, el llamado ‘El 13’, en Macao, cien mil euros la noche. La suite estándar son 185 metros cuadrados de estilo Luis XIII. Tienen que cobrar caro porque hacer cada suite ha costado 6,5 millones de euros. Para que nos hagamos una idea, eso son 35.135 euros por metro cuadrado y el barrio más caro de Madrid -barrio de Salamanca- cuesta 6.470 euros por metro cuadrado (precio de 2019).
A veces el metro cuadrado puede ser mucho más caro, sobre todo si es de tela pintada. 417 millones de euros se pagó en 2017 por la obra Salvator Mundi de Leonardo da Vinci, propiedad actual de Mohamed bin Salmán, príncipe heredero de Arabia Saudita. Diez años antes, sin saber que era de Leonardo, recaudó menos de diez mil en una subasta en Nueva Orleans. Sabiendo que la obra mide 45,4 x 65,6 cm, sabemos que alcanza un precio de catorce millones de euros el metro cuadrado de Salvatore Mundi. El metro cuadrado de La Mona Lisa, el cuadro más caro del mundo (teniendo en cuenta el seguro que se paga) vale más: 16,2 millones de euros el metro cuadrado (está valorada en 660 millones de euros). Es decir, con La Gioconda te podrías comprar en el barrio de Salamanca un piso que tuviera 20 veces la superficie de todo el parque del Buen Retiro.
La especulación urbanística, el absurdo mundo del lujo, la obscena ostentación del poder, la avaricia desatada y la adulación pública de todo eso, no solo ha hecho que se produzcan escándalos y contradicciones como las que relatamos, sino que ha provocado que se pierda el mismo sentido de valor. Antes había el patrón oro, luego el dólar pasó a ser el patrón. En la economía ya no hay más patrón que la voluntad de especulación. Y ese relativismo absoluto del valor de las cosas, se proyecta en la cultura y hace que desaparezca la posibilidad incluso de que existe algo que tenga un valor absoluto, incluido la vida humana.
Tenemos que recurrir a cálculos rebuscados para poder hacernos la idea de lo que valen las cosas. Por ejemplo, el buque de la ONG Open Arms tuvo un presupuesto en 2017 de un millón de euros (1.008.809) y ese año rescató a 760 inmigrantes náufragos. Haciendo un cálculo intuitivo, cuesta 1.327 euros salvar a cada náufrago. El próximo viaje a la Luna costará, según la NASA, aproximadamente veinticinco mil millones de euros, lo cual significa en la realidad haber podido salvar a 18.840 inmigrantes naufragados, que es aproximadamente el número de personas que se calcula que se han ahogado intentando cruzar el Mediterráneo desde 2010 (según la Organización Internacional para las Migraciones).
Armas, oro o respiradores
Cada respirador cuesta, aproximadamente, 20.000 dólares. Si es fabricado con códigos abiertos y economía social, 20 veces menos. Esos 20.000 dólares es una unidad de medida fundamental en estos tiempos de coronavirus. El respirador es la medida de oro de la pandemia.
Según el Informe sobre Armas Pequeñas y Ligeras realizado por el Instituto Internacional de Investigación de la Paz de Estocolmo (SIPRI), en el mundo, en 2017, había más de mil millones de armas de fuego, 857 millones de las cuales están en manos de civiles. No podemos poner un respirador a cada enfermo grave de coronavirus, pero podríamos ponerle 18.694 armas ligeras y pistolas sobre la cama.
En el año 2019 se batió el récord histórico de gasto militar en el mundo, desde que se comenzó una contabilidad fiable, en 1988. El gasto se elevó a 1,8 billones (millones de millones) de dólares. El 36% de ese gasto correspondió a Estados Unidos, el 14% a China, el 1% a España. No es fácil hacerse idea de lo que significa para el mundo ese gasto, perdemos la escala. El nuevo patrón oro nos ayuda a hacernos idea, es lo que tiene. El gasto militar mundial equivale a noventa millones de respiradores. En el mundo, a fecha de 14 de mayo, hay 45.844 pacientes infectados de Covid-19 que están en estado grave o crítico. Eso significa que cada uno tendría 1.963 respiradores con los que poder ayudarse. O, dicho de otro modo, con solo el 0,06% de lo que gastamos en armamento en el mundo el año pasado, nadie tendría que elegir quitarle el respirador a ningún paciente, aunque tenga 80 años. Ese es el valor de las cosas.
El mundo tiene que comenzar a invertir masivamente en lo que realmente produce paz, riqueza humana y sostenibilidad: la salud, la educación, las políticas sociales, la cultura. Tenemos que redescubrir el valor real de las cosas. Estábamos en una escalada absurda de consumo y es necesario que seamos capaces colectivamente de parar también esa curva.
El lingote de oro, que fue el modo de medir y comparar la riqueza, ahora ha sido sustituido por el patrón respirador. Un lingote de oro de un kilogramo cuesta 45.000 euros. El respirador vale mucho menos y salva infinitamente más vidas. La pandemia ha puesto sobre la mesa internacional el nuevo patrón oro: cuánto cuesta un respirador. Quizás así podemos comenzar a devolver el verdadero valor a las cosas y a que de nuevo haya cosas que tengan un valor absoluto e inmutable, como es la vida humana. Así se comienza a reconstruir la civilización en esta nueva Edad del Ser.
Fernando Vidal
Director de la Cátedra Amoris Laetitia y director del Instituto Universitario de la Familia, de la Universidad Pontificia Comillas
Vida Nueva
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