sábado, 14 de febrero de 2015

Francisco, a los cardenales: "Que el Pueblo de Dios vea siempre en nosotros la firme denuncia de la injusticia y el servicio alegre de la verdad". Videos. Ceremonia completa

"Tampoco las dignidades eclesiásticas estamos inmunes a la tentación de la envidia y el orgullo"


Ricardo Blázquez y otros 19 prelados recibieron la birreta cardenalicia de manos del Papa


(Jesús Bastante).- Reforma en continuidad. Nada se rompe. El Papa emérito, Benedicto XVI, revestido de blanco, aguardaba en primera fila, junto al colegio cardenalicio, la entrada de su sucesor, Francisco, cuyo primer gesto antes de alcanzar el baldaquino de Bernini fue dirigirse hacia Ratzinger yestrecharle entre sus brazos.
Por segunda vez, el Papa nombraba cardenales. Por segunda vez, Benedicto XVI estaba allí, acompañándole, en una de sus escasas presencia públicas, y siempre a petición de Bergoglio.
En nombre de los nuevos cardenales,Dominique Mamberti, arrancó la ceremonia, repitiendo el juramento, y recordando a monseñor Pimiento, que por razones de salud ha pedido recibir la birreta en Colombia. "El Señor ha querido renovar aquella elección que en un momento hicimos cada uno de nosotros. La púrpura misma nos recuerda ante todo que el Señor nos pide compartir su amor por todos los hombres", señaló el neocardenal.
En su breve alocución posterior a la lectura de la Carta de San Pablo, Francisco señaló que "la curia cardenalicia no es una distinción honorífica. El propio término 'cardenal', que remite a la palabra 'cardo', no es algo que nos haga pensar en una condecoración, sino en un punto de apoyo, un eje esencial para la comunidad".
Francisco señaló los nuevos cardenales la importancia de la caridad. "En la Iglesia, toda presidencia proviene de la caridad, tiene que ejercitarse en la caridad y tiene como fin la caridad". En primer lugar, desde Roma, y después en toda iglesia particular.
"San Pablo nos dice que la caridad es magnánima y benevolente. Cuanto más crece la caridad, tanto más hay que ensanchar el corazón", indicó Francisco, quien apuntó que "la magnanimidad es, en cierto sentido, sinónimo de catolicidad: es saber amar sin límites, pero al mismo tiempo con fidelidad a las situaciones particulares y con gestos concretos.Amar lo que es grande, sin descuidar lo que es pequeño; amar las cosas pequeñas en el horizonte de las grandes"
"Saber amar con gestos de bondad: la benevolencia es la intención firme y constante d querer el bien siempre y para todos, incluso para los que no nos aman", reclamó Francisco, quien recordó que la caridad «no tiene envidia; no presume; no se engríe».
"Esto es realmente un milagro de la caridad, porque los seres humanos -todos, y en todas las etapas de la vida- tendemos a la envidia y al orgullo a causa de nuestra naturaleza herida por el pecado. Tampoco las dignidades eclesiásticas están inmunes a esta tentación".
Al tiempo, llamó a no buscar "el propio interés", y a no irritarse. "Al pastor que vive en contracto con la gente no le faltan ocasiones para enfadarse", subrayó, invitando a los nuevos cardenales a evitar "el peligro de reaccionar impulsivamente, de hacer cosas que no están bien, y nos libera del peligro mortal de la ira acumulada, que te hace llevar cuentas del mal recibido. Esto no es aceptable en un hombre de Iglesia"
"Se puede entender un enfado momentáneo, no es así con el rencor. Que Dios nos proteja y nos libre del rencor", remachó Bergoglio, quien prosiguiendo con la carta de Pablo señaló que "la caridad no se alegra de la injusticia sino que goza de la verdad". "El que está llamado al servicio del Gobierno en la Iglesia debe tener un fuerte sentido de la justicia, de modo que no acepte ninguna injusticia, ni siquiera la que pudiera ser ventajosa para él o para la Iglesia".
"Que el Pueblo de Dios vea siempre en nosotros la firme denuncia de la injusticia y el servicio alegre de la verdad", reclamó el Papa a los nuevos cardenales, insistiendo en la necesidad de ser "personas capaces de perdonar siempre, de dar siempre confianza, capaces de infundir siempre esperanza, porque estamos llenos de esperanza en Dios, y saben soportar con paciencia toda situación, todo hermano y hermana en unión con Jesús, que llevó con amor el peso de nuestros pecados".

"Queridos hermanos, todo esto no viene de nosotros, sino de Dios. Dios es amor y lleva a cabo todo esto si somos dóciles a la acción de su Santo Espíritu. Por tanto, así es como tenemos que ser: incardinados y dóciles. Cuanto más incardinados estamos en la Iglesia que está en Roma, más dóciles tenemos que ser al Espíritu, para que la caridad pueda dar forma y sentido a todo lo que somos y hacemos", concluyó Francisco.
Texto completo de la alocución del Papa:

Queridos hermanos cardenales
El cardenalato ciertamente es una dignidad, pero no una distinción honorífica. Ya el mismo nombre de «cardenal», que remite a la palabra latina «cardo - quicio», nos lleva a pensar, no en algo accesorio o decorativo, como una condecoración, sino en un perno, un punto de apoyo y un eje esencial para la vida de la comunidad. Sois «quicios» y estáis incardinados en la Iglesia de Roma, que «preside toda la comunidad de la caridad» (Conc. Ecum. Vat. II, Const. Lumen gentium, 13; cf. Ign. Ant., Ad Rom., Prólogo).
En la Iglesia, toda presidencia proviene de la caridad, se desarrolla en la caridad y tiene como fin la caridad. La Iglesia que está en Roma tiene también en esto un papel ejemplar: al igual que ella preside en la caridad, toda Iglesia particular, en su ámbito, está llamada a presidir en la caridad.
Por eso creo que el «himno a la caridad», de la primera carta de san Pablo a los Corintios, puede servir de pauta para esta celebración y para vuestro ministerio, especialmente para los que desde este momento entran a formar parte del Colegio Cardenalicio. Será bueno que todos, yo en primer lugar y vosotros conmigo, nos dejemos guiar por las palabras inspiradas del apóstol Pablo, en particular aquellas con las que describe las características de la caridad. Que María nuestra Madre nos ayude en esta escucha. Ella dio al mundo a Aquel que es «el camino más excelente» (cf. 1 Co 12,31): Jesús, caridad encarnada; que nos ayude a acoger esta Palabra y a seguir siempre este camino. Que nos ayude con su actitud humilde y tierna de madre, porque la caridad, don de Dios, crece donde hay humildad y ternura.
En primer lugar, san Pablo nos dice que la caridad es «magnánima» y «benevolente». Cuanto más crece la responsabilidad en el servicio de la Iglesia, tanto más hay que ensanchar el corazón, dilatarlo según la medida del Corazón de Cristo. La magnanimidad es, en cierto sentido, sinónimo de catolicidad: es saber amar sin límites, pero al mismo tiempo con fidelidad a las situaciones particulares y con gestos concretos. Amar lo que es grande, sin descuidar lo que es pequeño; amar las cosas pequeñas en el horizonte de las grandes, porque «non coerceri a maximo, contineri tamen a minimo divinum est». Saber amar con gestos de bondad. La benevolencia es la intención firme y constante de querer el bien, siempre y para todos, incluso para los que no nos aman.
A continuación, el apóstol dice que la caridad «no tiene envidia; no presume; no se engríe». Esto es realmente un milagro de la caridad, porque los seres humanos -todos, y en todas las etapas de la vida- tendemos a la envidia y al orgullo a causa de nuestra naturaleza herida por el pecado. Tampoco las dignidades eclesiásticas están inmunes a esta tentación. Pero precisamente por eso, queridos hermanos, puede resaltar todavía más en nosotros la fuerza divina de la caridad, que transforma el corazón, de modo que ya no eres tú el que vive, sino que Cristo vive en ti. Y Jesús es todo amor.
Además, la caridad «no es mal educada ni egoísta». Estos dos rasgos revelan que quien vive en la caridad está des-centrado de sí mismo. El que está auto-centrado carece de respeto, y muchas veces ni siquiera lo advierte, porque el «respeto» es la capacidad de tener en cuenta al otro, su dignidad, su condición, sus necesidades. El que está auto-centrado busca inevitablemente su propio interés, y cree que esto es normal, casi un deber. Este «interés» puede estar cubierto de nobles apariencias, pero en el fondo se trata siempre de «interés personal». En cambio, la caridad te des-centra y te pone en el verdadero centro, que es sólo Cristo. Entonces sí, serás una persona respetuosa y preocupada por el bien de los demás.
La caridad, dice Pablo, «no se irrita; no lleva cuentas del mal». Al pastor que vive en contacto con la gente no le faltan ocasiones para enojarse. Y tal vez entre nosotros, hermanos sacerdotes, que tenemos menos disculpa, el peligro de enojarnos sea mayor. También de esto es la caridad, y sólo ella, la que nos libra. Nos libra del peligro de reaccionar impulsivamente, de decir y hacer cosas que no están bien; y sobre todo nos libra del peligro mortal de la ira acumulada, «alimentada» dentro de ti, que te hace llevar cuentas del mal recibido. No. Esto no es aceptable en un hombre de Iglesia. Aunque es posible entender un enfado momentáneo que pasa rápido, no así el rencor. Que Dios nos proteja y libre de ello.
La caridad, añade el Apóstol, «no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad». El que está llamado al servicio de gobierno en la Iglesia debe tener un fuerte sentido de la justicia, de modo que no acepte ninguna injusticia, ni siquiera la que podría ser beneficiosa para él o para la Iglesia. Al mismo tiempo, «goza con la verdad»: ¡Qué hermosa es esta expresión! El hombre de Dios es aquel que está fascinado por la verdad y la encuentra plenamente en la Palabra y en la Carne de Jesucristo. Él es la fuente inagotable de nuestra alegría. Que el Pueblo de Dios vea siempre en nosotros la firme denuncia de la injusticia y el servicio alegre de la verdad.
Por último, la caridad «disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites, aguanta sin límites». Aquí hay, en cuatro palabras, todo un programa de vida espiritual y pastoral. El amor de Cristo, derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, nos permite vivir así, ser así: personas capaces de perdonar siempre; de dar siempre confianza, porque estamos llenos de fe en Dios; capaces de infundir siempre esperanza, porque estamos llenos de esperanza en Dios; personas que saben soportar con paciencia toda situación y a todo hermano y hermana, en unión con Jesús, que llevó con amor el peso de todos nuestros pecados.
Queridos hermanos, todo esto no viene de nosotros, sino de Dios. Dios es amor y lleva a cabo todo esto si somos dóciles a la acción de su Santo Espíritu. Por tanto, así es como tenemos que ser: incardinados y dóciles. Cuanto más incardinados estamos en la Iglesia que está en Roma, más dóciles tenemos que ser al Espíritu, para que la caridad pueda dar forma y sentido a todo lo que somos y hacemos. Incardinados en la Iglesia que preside en la caridad, dóciles al Espíritu Santo que derrama en nuestros corazones el amor de Dios (cf. Rm 5,5). Que así sea.

Francisco a los nuevos cardenales: No es una condecoración, sois puntos de apoyo



De nuevo la ceremonia de nombramiento de nuevos cardenales estuvo marcada al comienzo por la llegada de Benedicto XVI.

El Papa emérito se sentó junto al resto de cardenales, y tal y como sucedió hace un año, el Papa detuvo la procesión para saludarle.

A continuación, el futuro cardenal Dominique Mamberti, saludó a Francisco en nombre de todos los nuevos cardenales presentes, 19. Faltaba uno, el colombiano José de Jesús Pimiento Rodríguez, de 95 años, arzobispo emérito de Manizales.

DOMINIQUE MAMBERTI
Prefecto, Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica
"Ha pedido recibir la birreta en Colombia, no pudiendo venir por la avanzada edad”.

Por su parte, Francisco se dirigió a todo el colegio cardenalicio para recordar que su cargo no es un honor sino una responsabilidad.

FRANCISCO
"No es algo accesorio o decorativo como una condecoración, sino un perno, un punto de apoyo y de movimiento que es esencial para la vida de la comunidad”.

Señaló que cuanta mayor es la responsabilidad de una persona en la Iglesia, tanto más se debe agrandar su corazón.

FRANCISCO
"Querer el bien siempre y para todos. También para los que no nos aman. El respeto es la capacidad de tener en cuenta al otro, su dignidad”.

Dijo que no faltarán ocasiones para enfadarse pero que un hombre de Iglesia debe, sobre todo, ser magnánimo, justo y misericordioso.

FRANCISCO
"De modo que cualquier injusticia le resulte inaceptable, también la que pudiera ser ventajosa para él o para la Iglesia”.

Después llegó el momento culminante de la ceremonia: la imposición de las birretas, que fue especialmente emotiva con los nuevos cardenales de Amércia Latina como el arzobispo emérito de Tucumán, Argentina, el arzobispo de Morelia, de México o el de Montevideo, en Uruguay.

También fueron creados cardenales dos españoles: el presidente de la Conferencia Episcopal Española, Ricardo Blázquez, y el obispo de David, en Panamá, José Luis Lacunza.

A la ceremonia acudieron representantes de todos los países con nuevos purpurados. Entre ellos estaba el presidente de Panamá, Juan Carlos Varela y la reina de Tonga, una isla al sur del Océano Pacífico.   


Los nuevos cardenales reciben la birreta púrpura de manos del Papa



 (-SÓLO VÍDEO-) Uno a uno, los nuevos cardenales fueron recibiendo la bendición del Papa Francisco. Siguiendo la tradición, el Papa les impuso la birreta púrpura, el anillo y les entregó un documento en el que se les asigna una Iglesia de Roma. 

Entre los quince nuevos cardenales electores hay sólo un miembro de la Curia, el francés Dominique Mamberti, presidente del Tribunal de la Signatura. 

También, entre los nuevos purpurados se encuentran el arzobispo de David, Panamá, José Luis Lacunza o el de México, Alberto Suárez Inda. 

El nuevo cardenal de Tonga es el más joven de todos. Tiene 53 años. Soane Patita Paini Mafi se ha convertido en el primer cardenal de esta isla de la Polinesia Francesa.


El Papa crea cardenal a Luis Héctor Villalba arzobipo emérito de Tucumán, Argentina



(-SÓLO VÍDEO-) El nuevo cardenal argentino, Luis Héctor Villalba, recibió la birreta púrpura en manos del Papa. 

El nuevo purpurado tiene 80 años y es arzobispo emérito de Tucumán. 


El Papa hace cardenal a Alberto Suárez Inda, de México



(-SÓLO VÍDEO-) Alberto Suárez Inda searrodilló ante el Papa para recibir la birreta cardenalicia.
El nuevo cardenal tiene 76años y es arzobispo de Michoacán desde hace 20 años.  


José Luis Lacunza ya es el primer cardenal de la historia de Panamá



(-SÓLO VÍDEO-) El Papa impuso la birreta púrpura a José Luis Lacunza, obispo de David.  

El nuevo cardenal de 70 años nació en España, pero ha pasado la mayor parte de su vida en Panamá. Es es el primer cardenal agustino recoleto y el primero de su país.


El español Ricardo Blázquez recibe la birreta cardenalicia



(-SÓLO VÍDEO-) El Papa impuso la birreta púrpura y el anillo cardenalicio al nuevo cardenal español, Ricardo Blázquez. 

El arzobispo de Valladolid es presidente de la Conferencia Episcopal Española y tiene 72 años.  Con este nombramiento suman 12 cardenales españoles en el Colegio cardenalicio. 



El Papa impone la birreta cardenalicia a Daniel Sturla, arzobispo de Montevideo





(-SÓLO VÍDEO-) El Papa impuso la birreta cardenalicia a Daniel Sturla arzobispo de Montevideo, Uruguay. 

El nuevo cardenal tiene 55 años y es el segundo más joven del colegio cardenalicio, después del nuevo cardenal de Tonga y el segundo en la historia de Uruguay.


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