En un breve paseo con Julio Villavicencio SJ, que estaba dándome un recorrido por el Colegio del Salvador en Buenos Aires –donde se encuentra también la Curia Provincial y varias obras como Fe y Alegría-, no pasaban más de cinco minutos sin que alguien nos parase; jesuitas o laicos, que le daban la enhorabuena a Julio por su nuevo destino, o le ofrecían la referencia de alguien que le podía echar una mano, o le contaban algo que ya se venía haciendo, o le pedían una colaboración para llevar la dinámica de Hospitalidad a un colegio.
El pasado 5 de febrero, apenas unos días después de la asunción real por parte de Rafael Velasco SJ, del destino de Provincial de ARU (Argentina y Uruguay), se hacía pública la circular que contenía una noticia esperada en la Red desde hace mucho tiempo: La constitución de un Apostolado del Servicio Jesuita a Migrantes en la Provincia. La creación del SJM ARU como apostolado, dependiente directamente del Provincial, explica que la Migración Forzada es una prioridad apostólica que convoca transversalmente a toda la misión de la Compañía. La explicación es fácil, me decía Rafael, “se trata de optar por los pobres”, es decir se trata de reconocer que la realidad migrante es uno de los clamores que como cuerpo apostólico debemos escuchar, dejar que nos conmueva y ordenar nuestra acción-opción-misión de construcción de Justicia y Reconciliación.
La buenísima noticia se completa con el nombramiento de Julio Villavicencio SJ como delegado de este apostolado. Julio tiene una vocación temprana, profunda y cercana hacia la realidad de las migraciones. Los que le conocemos, aunque sea un poco, irremediablemente le queremos. A su tremenda calidad humana se le une un indiscutible don para acompañar y una manera de mirar la realidad que es amorosa y que consecuentemente busca la justicia.
El primer paso del SJM en ARU está siendo reconocer lo que ya existía de trabajo de acompañamiento de Migrantes, como la experiencia, de algunos años ya, en la Parroquia Nuestra Señora del Perpetuo Socorro en San Miguel, barrio del Gran Buenos Aires con enrome presencia de población migrante, o en Regina Martyrum, más reciente, con población venezolana. Desde ahí se irá construyendo el nuevo SJM ARU, proyectando su crecimiento desde la mirada al contexto, entendiendo dónde puede aportar valor o presencia y en una clave de articulación con otros actores de Iglesia y Sociedad Civil que tienen experiencias consolidadas. El reto del SJM será liderar esa transversalidad que la migración exige de la Compañía en todos los niveles y sectores y desde todas sus presencias.
El SJM ARU es ya parte de la RJM, ya empezamos este diálogo con un encuentro la semana pasada en Buenos Aires tanto con Rafael como con Julio. Será clave, en el planteamiento de estos primeros meses, conocer la experiencia de otras obras de la RJM en otras provincias, especialmente de los SJM y SJR. Desde nuestra perspectiva era vital incluir a Uruguay y Argentina en el mapa de la red, pero no tanto por la ambición de completarlo, sino por el convencimiento de que una misión que quiera ser adecuada a la complejidad y extensión del fenómeno migratorio requiere, entre muchas otras cosas, la continuidad en la atención que supera barreras geográficas y de gobierno. Argentina y Uruguay son países con largas historias de migración que explican su identidad. Los flujos migratorios en la región viven también los cambios acelerados por las crisis y las dinámicas migratorias en América Latina. En Argentina por ejemplo, la migración tradicional de las últimas décadas, la constituían bolivianos, paraguayos y peruanos, colombianos en menor medida; sin embargo en los últimos dos años la población venezolana se ha convertido en el grupo de arribos más numeroso. Como consecuencia de la crisis humanitaria en Venezuela, se ha dado también el cambio de perfil, llegan personas mucho más vulnerables, de un nivel de pobreza alto o extremo, con muchas menos capacidades para su integración y lo hacen tras larguísimas rutas por tierra, atravesando Brasil o la ruta Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y Chile.
En esos encuentros cortos, en el colegio del Salvador, reconocí una muestra de Hospitalidad y Acogida de este apostolado de las Migraciones por parte de otras obras de la Provincia. Estas personas, de Fe y Alegría, de la Universidad Católica de Córdoba o del propio Colegio, se iban encontrando con Julio, se paraban delante, le tendían la mano y formaban nuestra H (#SoyH), hablaban de un apostolado que reconoce su Historia, que contempla la Herida, que rezuma Humanidad y que pretende dejar Huella en el acompañamiento. Me parece una metáfora adecuada y un signo de esperanza para este nuevo comienzo.
Como Red Jesuita con Migrantes LAC, esta felicidad por las buenas noticias, se transforma en puesta a disposición absoluta para acompañar este trabajo, porque o lo hacemos juntos y juntas, o no estamos siendo responsables con la realidad que nos llama.
Javier Cortegoso Lobato
Coordinador de la Red Jesuita con Migrantes de Latinoamérica y el Caribe
CPAL
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