Dicen que el tiempo es oro porque no vuelve. De hecho, se nos escapa continuamente. Lo que sí se puede es donar el que nos llega. Eso es el voluntariado, ofrecerse para atender un resquicio humano, una situación frágil que precisa ayuda. Ser voluntario es conspirar para el bien. Es gratuito y genera lazos de amistad. Sirve a personas concretas que necesitan cosas, tiempo y afecto.
Lo grande de la experiencia de ser voluntario es que es incómoda. Para uno mismo porque exige fidelidad, te esperan aunque tengas exámenes, trabajo o llueva. Para los demás, porque crear lazos lleva un tiempo y exige acomodarse al nuevo que llega. Para la sociedad porque es una brecha de humanidad fuera del mercadeo económico, ese que exige y recompensa. Quizás esta última faceta sea sugerente. Los voluntarios son un inmenso ejército silencioso empujando la sociedad y el mundo hacia el bien ajenos a los intereses y las relaciones de poder. No busca más que dar gratis lo que gratis se ha recibido: criar, educar, alimentar, pasear, enseñar, escuchar, jugar, cuidar al débil…
La alegría de ser voluntario es una revolución social. Es una rebeldía política ante el descuido del bien común y del interés general por parte de todos. Es hacer protagonista a quien de verdad lo merece: el descartado, el olvidado en la cuneta de la Historia. Poner nombre a esos que llaman excluidos. El voluntariado es la puerta de entrada para descubrir fraternidad donde dicen cárcel, manicomio, indigente, sin papeles…
Decía el apóstol Santiago: “te mostraré mi fe a través de las obras.” ¿Qué cristiano no busca tiempo de voluntariado? ¿Qué persona no se conmueve y se compromete para aliviar el sufrimiento de sus conciudadanos? ¿Quién es tu prójimo que está ahí afuera y te necesita? Ojalá nos atrevamos a exprimir nuestro horario para hacer hueco a la amistad, a las aventuras de quién es distinto y vive diferente y, en definitiva, a confabularse para lograr un orden distinto de cosas donde las personas sean lo primero. Y sin foto en red social, por favor. Ese día será el tiempo del Reino de Dios en tu vida y en la de muchos.
Iñigo Alcaraz sj
pastoralsj
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