Francisco en Santa Marta: «Hay que ser misericordiosos. Recuerden siempre: “¿Quién soy yo para juzgar?”. Agrandar el corazón»
DOMENICO AGASSO JRROMA
Avergonzarse de los propios pecados y no auto-absolverse descargando la responsabilidad en los demás: son las actitudes que propuso el Papa para ser misericordiosos y poder ofrecer un aporte a la paz en las sociedades y en el mundo. Fue lo que dijo Bergoglio durante la Misa en la Capiulla de la Casa Santa marta, según indicó la Radio Vaticana.
«Sean misericordiosos como nuestro Padre es misericordioso»: el Papa comenta la exhortación de Jesús, afirmando enseguida que «no es fácil entender este comportamiento de la misericordia», porque estamos acostumbrados a juzgar: «no somos personas que dan espontáneamente un poco de espacio a la comprensión y también a la misericordia». «Para ser misericordiosos –observó– son necesarias dos actitudes: La primera es la conciencia de nosotros mismos», saber que «hemos hecho muchas cosas malas: ¡somos pecadores!». Frente al arrepentimiento, «la justicia de Dios… se transforma en misericordia y perdón». Pero es necesario avergonzarse de los pecados: «Es verdad, ninguno de nosotros ha matado a nadie, pero hay muchas cosas pequeñas, muchos pecados cotidianos, de todos los días… Y cuando uno piensa: “¡Fíjate, que corazón más pequeño! ¡He hecho esto contra el Señor!”. ¡Y se avergüenza! Avergonzarse ante Dios, esta vergüenza es una gracia: es la gracia de ser pecadores. “Yo soy pecador y me avergüenzo ante Ti y te pido perdón”. Es sencillo, pero es muy difícil decir: “He pecado”».
A menudo, observa Papa Francisco, justificamos nuestro pecado descargando la culpa sobre los demás, como hicieron Adán y Eva. «Quizás, el otro me ha ayudado, ha facilitado el camino para hacerlo, ¡pero lo he hecho yo! Si nosotros hacemos esto se darán muchas cosas buenas ¡porque seremos humildes!». Y, «con esta actitud de arrepentimiento somos más capaces de ser misericordiosos, porque sentimos sobre nosotros la misericordia de Dios», como decimos en el Padrenuestro: «Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos ofenden». Así, «si no perdono, estoy un poco ¡en fuera de juego!».
La otra actitud para ser misericordiosos, ha afirmado el Papa, «es agrandar el corazón», porque «un corazón pequeño» es «egoísta e incapaz de ser misericordioso». «¡Agrandar el corazón! “Pero soy un pecador”. “Pero mira que ha hecho esto y esto… ¡Pero yo he hecho muchas!” “¿Quién soy yo para juzgarlo?”. Esta frase: “¿Quién soy yo para jugar esto? ¿Quién soy yo para hablar de esto? ¿Quién soy yo, que he hecho las mismas cosas o peores?” ¡Agrandar el corazón! Y el Señor lo dice. “¡No juzguen y no serán juzgados! ¡No condenen y no serán condenados!¡Perdonen y serán perdonados! ¡Den y se les dará!’. ¡Esta generosidad del corazón! ¿Y qué se les dará? Una medida buena, remecida, rebosante se les verterá en el seno. Es la imagen de las personas que iban a recibir el grano con el delantal, alargaban el delantal para recibir más grano. Si tienes el corazón ancho, grande, tú puedes recibir más».
El corazón grande, ha dicho Papa Francisco, «no condena, sino que perdona, olvida», porque «Dios ha olvidado mis pecados; Dios ha perdonado mis pecados. Agrandar el corazón ¡Esto es bello!», exclamó el Papa: «¡sean misericordiosos!».
«El hombre y la mujer misericordiosos tienen un corazón grande, grande: siempre excusan a los demás y recuerdan sus propios pecados. “¿Has visto lo que ha hecho aquel?”.”¡Tengo bastante con lo que he hecho yo y no me entrometo!”. Este es el camino de la misericordia que debemos pedir. Si nosotros, si todos los pueblos, las personas, las familias, los barrios, tuviésemos esta actitud ¡cuánta paz habría en el mundo, cuánta paz en nuestros corazones! Porque la misericordia nos lleva a la paz. Recuerden siempre: “¿Quién soy yo para juzgar?” Avergonzarse y agrandar el corazón. ¡Qué el Señor nos dé esta gracia!».
Vatican Insider
Francisco en Santa Marta: “¿Quién soy yo para juzgar?”
El Papa centró su homilía en casa Santa Marta en la misericordia. Francisco explicó que para ser misericordioso hacen falta dos conductas: La primera,avergonzarse de los propios pecados y la segunda, agrandar el corazón.
PAPA FRANCISCO
"Si todos los pueblos, las personas, las familias, los barrios, tuviésemos esta actitud, ¡cuánta paz habría en el mundo, cuánta paz habría en nuestros corazones! Porque la misericordia nos conduce a la paz. Recordad siempre: '¿Quién soy yo para juzgar?'. Hay que avergonzarse y agrandar el corazón. Que el Señor nos dé esta gracia”.
El Papa añadió que las personas con un corazón generoso no juzgan a los demás por sus pecados, sino que reconocen los suyos y piden perdón por ellos a Dios.
EXTRACTO DE LA HOMILÍA DEL PAPA
(Fuente: Radio Vaticana)
"Es cierto, ninguno de nosotros ha asesinado a alguien, pero hay tantas cosas pequeñas, tantos pecados cotidianos, de todos los días… Y cuando uno piensa: ‘Pero qué cosa, pero que corazón chiquito: ¡he hecho esto contra el Señor!’. ¡Eso es avergonzarse! Avergonzarse ante Dios y esta vergüenza es una gracia: es la gracia de ser pecadores. Yo soy pecador y me avergüenzo ante Ti y te pido perdón’. Es sencillo, pero es tan difícil decir: ‘He pecado’”.
"¡Agrandar el corazón! ‘Pero yo soy un pecador’. ‘Mira qué cosa ha hecho éste, aquel…. ¡Yo he hecho tantas! ¿Quién soy yo para juzgarlo?’. Esta frase: ¿‘Quién soy yo para juzgar a éste? ¿Quién soy yo para hablar mal de éste? ¿Quién soy yo para? ¿Quién soy yo, que ha hecho las mismas cosas o peores?’. ¡El corazón grande! Y el Señor lo dice: ‘¡No juzguen y no serán juzgados! ¡No condenen y no serán condenados! ¡Perdonen y serán perdonados! ¡Den y se les dará!’. ¡Esta generosidad del corazón! Y ¿qué cosa se les dará? Les volcarán sobre el regazo una buena medida, apretada, sacudida y desbordante. Es la imagen de las personas que iban a recoger el grano con el delantal y estiraban el delantal para recibir más, más grano. Si tienes el corazón grande puedes recibir más”.
"El hombre y la mujer misericordiosos tienen un corazón grande, grande: perdonan siempre a los demás y sólo piensan en sus pecados. ‘¿Has visto qué cosa ha hecho éste?’. ‘¡Tengo suficiente con aquello que he hecho yo y no me inmiscuyo!’. Este es el camino de la misericordia que debemos pedir. Si todos nosotros, si todos los pueblos, las personas, las familias, los barrios, tuviésemos esta actitud, ¡cuánta paz habría en el mundo, cuanta paz en nuestros corazones! Porque la misericordia nos conduce a la paz. Recuerden siempre: ‘¿Quién soy yo para juzgar?’. Hay que avergonzarse y agrandar el corazón. Que el Señor nos dé esta gracia”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario