miércoles, 6 de agosto de 2008

El Evangelio de hoy


Mateo 17. 1-9

Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Santiago y a Juan, el hermano de Santiago, y se fue aparte con ellos a un cerro muy alto. Allí, delante de ellos, cambió la apariencia de Jesús. Su cara brillaba como el sol, y su ropa se volvió blanca como la luz. En esto vieron a Moisés y a Elías conversando con Jesús. Pedro le dijo a Jesús:
—Señor, ¡qué bien que estemos aquí! Si quieres, haré tres chozas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.
Mientras Pedro estaba hablando, una nube luminosa se posó sobre ellos, y de la nube salió una voz, que dijo: “Este es mi Hijo amado, a quien he elegido: escúchenlo.”
Al oir esto, los discípulos se postraron con la cara en tierra, llenos de miedo. Jesús se acercó a ellos, los tocó y les dijo:
—Levántense; no tengan miedo.
Y cuando miraron, ya no vieron a nadie, sino a Jesús solo.
Mientras bajaban del cerro, Jesús les ordenó:
—No cuenten a nadie esta visión, hasta que el Hijo del hombre haya resucitado.


Contemplo la escena …


Jesús radiante …


una paz infinita …


y en mi corazón replica esa voz del Padre presentándome a su Hijo …



¿qué siento? …


¿no me dan ganas de quedarme allí? …


¿Cómo mantener a Jesús brillando en mi vida? …



¿qué significa para mi “escuchar” a Jesús? …


¿qué significa “seguirlo”? …


¿qué cambios puedo hacer en mi vida para escucharle y seguirle mejor?

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