sábado, 25 de enero de 2020
SANTIAGO: JÓVENES: LLAMA A CONCURSO PARA ASESOR/A LAICO CVXJ SANTIAGO
Perfil de Cargo
I.
IDENTIFICACIÓN DEL CARGO
Nombre del cargo
|
Asesor/a Laico/a CVX jóvenes Santiago
|
Relación Contractual
|
Administración CVXj Santiago
|
Relación Funcional
|
Directiva Consejo de Servicio
|
Tipo de Contrato
|
Definido.
|
Jornada de trabajo
|
Media jornada PM
|
Horario de trabajo
|
20 hrs coordinadas según necesidades
|
Equipo de Trabajo
|
Consejo de Servicio CVXj
|
II.
OBJETIVOS DEL CARGO
(1) Promover el trabajo del Consejo de servicio CVXj
y favorecer el discernimiento y la vida espiritual de los miembros de la
comunidad.
(2) Dirigir y coordinar el área de formación de la
CVX Jóvenes de Santiago, velando por el seguimiento y cumplimento del Plan de
Formación de las distintas etapas de la CVX Jóvenes de Santiago. Junto con
ello, evaluar y generar estrategias de actualización y seguimiento del Plan
Formativo.
(3) Apoyar y acompañar a la CVXj Santiago en su
formación y trabajo identitario.
(4) Facilitar la transición de un Asesor Eclesiástico
a un Asesor Laico.
III.
FUNCIONES PRINCIPALES
1.
|
Apoyar la estructura y funcionamiento
de CVXj Santiago.
●
Apoyar implica:
i) Cultivar el
discernimiento y la vida espiritual
ii) Evaluar el funcionamiento de las
estructuras.
iii)
Consolidación lineamientos apostólicos.
●
Estructuras
claves de CVXj:
i) Directiva
ii) Consejo de
Servicio
iii) Misa de
CVXj
|
2.
|
Velar por la consolidación de líneas
formativas e identidad ignaciana en la comunidad.
●
Dadas en los
procesos de: Incorporación, Profundización, Mar Adentro.
●
Dados en los
espacios de: Cuerpo de Guías y de Coordinadores.
|
3.
|
Promover espacios de formación para
miembros de la comunidad y cuerpo de guías.
●
Espacios
formativos claves: en espacios de Cuerpo de Guía y de Coordinadores.
●
Apoyar la
formación de Guías de CVXj para CVXs, y de Guías para CVXj.
|
4.
|
Apoyar el área de gestión de la
comunidad.
●
Evaluación de
las actividades y velar por la estabilidad financiera. (Crear un equipo
financiero para generar ingresos para la comunidad).
|
IV.
REQUISITOS MÍNIMOS
1) Persona egresada y/o titulada, o que
cuente con los tiempos requeridos para el trabajo.
2) Debe reconocerse como católico-a.
3) Interés en trabajar con jóvenes.
4) Laico/a
|
V.
CARACTERÍSTICAS DESEABLES
Título Profesional
|
Sin especificar
|
Formación o capacitación
|
●
Experiencia en
coordinación de equipos de trabajo.
●
Conocimientos
de evaluación.
●
Experiencia
trabajando con adolescentes y jóvenes.
●
Formación y
conocimientos de la Espiritualidad Ignaciana y la Comunidad de Vida
Cristiana.
●
Haber
participado en CVXj y compartir el carisma de este estilo de vida.
●
Experiencia
como Agente Formativo o guía en CVXj.
●
Experiencia de
EE.EE ignacianos.
●
Deseable
participación en cursos o talleres de Prevención de acoso o abuso.
●
Manejo de Office y bases de datos (Excel), manejo de redes sociales,
redacción asertiva, comunicación oral y escrita.
|
Religión
|
Católica.
|
Otras características
deseables
|
Compromiso Social
|
Capacidad de reflexión y análisis
|
|
Respetuoso/a
|
|
Responsable
|
|
Gestión Proactiva
|
|
Disposición a aprender
|
|
Comunicación Efectiva
|
VI.
RESPONSABILIDADES
TAREAS ESPECÍFICAS INTERNAS
|
1. Formación
Integral: Promover la
vinculación, como también una formación integral y articulada entre las
etapas de CVX, velando por la consolidación de una comunidad mayor, con
carisma e identidad cevequiana e ignaciana. Para ello, es fundamental
sincronizar procesos y optimizar todos los recursos con los que cuenta la
comunidad.
2. Cuerpo de guías: Diseñar e implementar, junto al
Consejo de Servicio, un plan de trabajo y material formativo para el cuerpo
de guías de CVXj, con el fin de consolidar su misión fundamental en el
acompañamiento a jóvenes. Crear un itinerario formativo para el cuerpo de
guías y asistir a las reuniones de guías y coordinadores.
3. Cuerpo de
acompañantes: apoyar a
asesora laica de CVXs de Santiago en los procesos de formación para aquellos
jóvenes que acompañan comunidades de secundaria.
4. Evaluaciones: llevar los procesos de evaluación de
todas las actividades. Crear pautas, velar por su aplicación, y realizar la
sistematización y análisis de cada una. Esto implica una síntesis formal, a más
tardar, a un mes de finalizada la actividad, y el respaldo de la
información.
5. Promoción de
Ambientes Sanos: Velar por la
implementación de Protocolo de Buenas Prácticas de CVX Santiago. Esto implica
trabajo con agentes formativos (durante el año y previo y durante las
actividades que impliquen alojamiento). Para esto, se cuenta con el apoyo del
Equipo de Promoción de Ambientes Sanos y
Prevención CVX Santiago.
6. Participación
en actividades: Participar,
según requerimientos, en experiencias de CVXj, sin cargos de jefatura y/o
coordinación general.
7. Consejo: Participar de las reuniones mensuales
del CER y de las reuniones semanales del consejo de servicio CVXj, esto
último implica, trabajo directo y permanente con el Consejo de Servicio,
siendo un apoyo en términos de gestión, pero fundamentalmente en el
acompañamiento y disposición de criterios que puedan necesitar para el
discernimiento.
8. Formación y
contenidos: Implementar
el Plan de Formación de la CVXj, apoyando también su revisión y evaluando la
posibilidad de ajustes. También deberá apoyar al Consejo de Servicio en la creación de material para reuniones
comunitarias y actividades que convoquen a la comunidad.
9. Campamentos y/o
Encuentros Masivos: Apoyar al
Consejo de Servicio, y/o equipos a cargo de las actividades, en la
coordinación y gestión. Esto implica apoyar actividades como Misión Cárcel,
La Tirana, Campamento de Formación, Encuentro Nacional de Jóvenes, MAGIS
internacional, etc.
10. Administración
y gestión: Llevar los
presupuestos y estado financiero de la comunidad.
|
TAREAS ESPECÍFICAS EXTERNAS
|
1. Capacitarse en temas de Prevención de
Abusos constantemente.
2. Participar de la mesa de la Red Juvenil
Ignaciana y/o REI-ACI.
3. Acompañar actividades externas a las
que se invite a la comunidad, como encuentros eclesiales y otros.
4. Vinculación con el Delegado/a Nacional
de CVXj.
|
VII.
Desafíos 2020, evaluando su factibilidad según
tiempos y exigencias del año.
1) Proponer y consolidar una nueva estructura CVXj
que responda al nuevo contexto (sin asesor eclesiástico hacia el futuro).
2) Revisar las líneas formativas de la etapa,
velando por profundizar en la ignacianidad e identidad CVX.
3) Profundizar la evaluación de todas nuestras
actividades, con el fin de poder hacernos cargo de los errores y aprendizajes
de nuestras dinámicas y no repetir en el futuro.
4) Generar instancias de reflexión en torno a la
identificación y promoción de los Ambientes Sanos y Seguros dentro de la CVXj.
5) Formación de laicos para el acompañamiento.
VIII. Proceso de Postulación
Fecha de Postulación
|
entre el 24 y 30 de enero 2020
|
Cierre del Proceso
|
7 de Febrero 2020
|
Se podrán coordinar
reuniones virtuales o telefónicas en caso de ser necesario
|
Personas interesadas, enviar su curriculum y expectativas de renta
a: presidente.cvxjsantiago@cvx.cl
martes, 14 de enero de 2020
JORGE COSTADOAT SJ y su nuevo libro "JESÚS ANTES Y DESPUÉS DE CRISTO"
"El título es un poco enigmático, eso es un título vendedor, por decirlo así. Espero que la gente no se espante con el título, sino que pique, pero el sentido del título creo que acierta con el fondo del asunto, es que, voy a decirlo en breve, se ha planteado muchas veces esto de Jesús si, la Iglesia no. Yo encuentro que eso no tiene ningún futuro, porque, además, desde el puno de vista científico, no es posible afirmarlo porque todo lo que sabemos de Jesús, lo sabemos por la Iglesia. Los Evangelios son, por decirlo así, el diario e vida de la iglesia..." comienza esta conversación con Jorge Costadoat, quien nos habla de su nuevo libro, aparecido recientemente.
En esta conversación nos entrega detalles de lo que el libro trae y el modo de adquirirlo.
sábado, 11 de enero de 2020
Entre la ignorancia y la intolerancia por Álvaro Lobo sj
Entre las diversas políticas sociales que resuenan en estos tiempos revueltos, una de las más escandalosas es la petición de expulsar a los sacerdotes de la sanidad pública, al tiempo que se reduce la religión cristiana a una secta en contra de la ciencia y de la buena praxis médica. Se reclama así la derogación de los acuerdos que garantizan la asistencia religiosa en los hospitales poniendo a la religión en el punto de mira como ya ocurre en el mundo de la educación o de la cultura entre otros.
Lamentablemente el problema no pasa por la financiación sino por un conocimiento torpe de la religión y de la medicina. Cualquier principiante en el mundo de la salud sabe que es una necesidad fundamental el respeto y el cuidado de las creencias de cada persona, pues en mayor o menor medida determinará su modo de afrontar la salud, la enfermedad o la muerte. Asimismo ninguna religión –y menos la cristiana– vivida de forma auténtica y seria va en contra de las personas, todo lo contrario, ayudan a aceptar la enfermedad y a encontrar en la ciencia un camino de sanación y una apuesta firme por la vida. Reducir la religión a magia o superstición es una demostración de estupidez e ignorancia con mayúsculas. En los hospitales se juegan algunas de las partidas más importantes de nuestra vida y cualquier intento de considerar la medicina y la religión como compartimentos estancos solo hará de nuestro sistema sanitario un lugar paradójicamente más inhumano.
Puede que lo más dramático de todo esto es que muchas veces cuando se ataca a la Iglesia los más perjudicados son los más pobres. Por mucho que nos engañemos, las personas que más necesitan una buena formación, una palabra de consuelo o una mano que les acompañe en medio del dolor y la soledad son los que más difícil lo tienen. Aunque a algunos les duela el Estado tiene la tarea de ayudar a las personas en todos los momentos de su vida –pese a que el medio no guste–, nunca de poner piedras en el camino, porque no sobran brazos que remen a favor. Quizás la pregunta no pasa por la utilidad de los sacerdotes en los hospitales, más bien si queremos hacer de nuestro sistema sanitario otra arma política más al servicio de la ideologías.
Álvaro Lobo sj
pastoralsj
viernes, 10 de enero de 2020
Cartas a Dios: desde la vulnerabilidad por Clara de Juan Bañuelos
Querido Dios: La última vez que te escribí estaba en el colegio. Era una actividad de clase de religión y fue un poco programado. La verdad es que escribimos más de los que imaginábamos que lo haríamos, teniendo en cuenta que siempre hay suspicaces, perspicaces y gente de poca fe. Cada vez lo somos uno de nosotros, a todos nos tocan las distintas funciones según el momento vital. O no, no lo sé.
La última vez que te escribí no sé qué te diría. Imagino que te pediría cosas, como hacemos siempre los que te acabamos de descubrir y tal vez te agradecería alguna otra, por eso de no hacer mucho alarde de mi mala educación.
Y ahora, que me toca volver a escribirte, ni te pediré nada ni tampoco te agradeceré más de lo que intento hacer por costumbre para destacar todo aquello que la rutina desluce. Imagino que, como el que cuenta al que sabe pero que necesita verbalizar por vaciarse un poco por dentro, solo quiero hablarte de nuestra vulnerabilidad. Y que siempre, no sé bien cómo, tenemos la vida pendiente de algo. De manera literal, muchas veces, o figurada, la mayoría. Nos preocupan tantas cosas porque, en el fondo, nos vemos muy pequeños. La salud se deteriora y con ella la vida se desmenuza. Los padres envejecen y los papeles se cambian cuando, a lo mejor, no te sentías preparado. El trabajo se limita y tienes que buscar otro. O simplemente te limita y tienes que buscar el cómo. Tu pareja te deja y sientes una ruina dentro que todo es desolación. La complicación sobrevenida. La complicación sobrellevada en forma de losa.
Tenemos miedo a perder, a sufrir, a hundirnos. Le tenemos miedo a la vida porque la maldad y el dolor nos abruman. Pensamos tantas y tantas veces en la soledad del que se aparta y es apartado que nos olvidamos de los que nos acogen y nos hacen sentir acogidos (mejor aún, tan difícil). Nos sentimos diminutos, inservibles.
Somos frágiles, eso es verdad. Sin embargo, tenemos más sensación de fragilidad que la que se corresponde con la realidad. Y tal vez no sepamos que tu respaldo es el que necesitamos para ser eternos. Que lo somos, pero tantas veces nos olvidamos que vivimos con la angustia continua de que esto se acaba. Y, por tanto, nos olvidamos de vivir.
Yo siempre he dicho que si de verdad nos creyésemos la vida eterna, los funerales no serían tan tristes. Pero el apego físico, los abrazos, las miradas, la vida humana es lo que conocemos. Y es tan bonita que tenemos ese miedo constante a perderla. Y de alguna manera tenemos que aprender, a tu lado, que nos haces fuertes cuando somos más débiles que nunca. Más humanos. Más reales.
Imagino que es lo bonito: vivir como hombres, con lo bueno y con lo malo, para que, como hombres, podamos apoyarnos en tu divinidad y olvidarnos de lo malo para llevar una vida mejor. Y ser mejores, al fin y al cabo. El motivo de tu existencia.
La última vez que te escribí no sé qué te diría. Imagino que te pediría cosas, como hacemos siempre los que te acabamos de descubrir y tal vez te agradecería alguna otra, por eso de no hacer mucho alarde de mi mala educación.
Y ahora, que me toca volver a escribirte, ni te pediré nada ni tampoco te agradeceré más de lo que intento hacer por costumbre para destacar todo aquello que la rutina desluce. Imagino que, como el que cuenta al que sabe pero que necesita verbalizar por vaciarse un poco por dentro, solo quiero hablarte de nuestra vulnerabilidad. Y que siempre, no sé bien cómo, tenemos la vida pendiente de algo. De manera literal, muchas veces, o figurada, la mayoría. Nos preocupan tantas cosas porque, en el fondo, nos vemos muy pequeños. La salud se deteriora y con ella la vida se desmenuza. Los padres envejecen y los papeles se cambian cuando, a lo mejor, no te sentías preparado. El trabajo se limita y tienes que buscar otro. O simplemente te limita y tienes que buscar el cómo. Tu pareja te deja y sientes una ruina dentro que todo es desolación. La complicación sobrevenida. La complicación sobrellevada en forma de losa.
Tenemos miedo a perder, a sufrir, a hundirnos. Le tenemos miedo a la vida porque la maldad y el dolor nos abruman. Pensamos tantas y tantas veces en la soledad del que se aparta y es apartado que nos olvidamos de los que nos acogen y nos hacen sentir acogidos (mejor aún, tan difícil). Nos sentimos diminutos, inservibles.
Somos frágiles, eso es verdad. Sin embargo, tenemos más sensación de fragilidad que la que se corresponde con la realidad. Y tal vez no sepamos que tu respaldo es el que necesitamos para ser eternos. Que lo somos, pero tantas veces nos olvidamos que vivimos con la angustia continua de que esto se acaba. Y, por tanto, nos olvidamos de vivir.
Yo siempre he dicho que si de verdad nos creyésemos la vida eterna, los funerales no serían tan tristes. Pero el apego físico, los abrazos, las miradas, la vida humana es lo que conocemos. Y es tan bonita que tenemos ese miedo constante a perderla. Y de alguna manera tenemos que aprender, a tu lado, que nos haces fuertes cuando somos más débiles que nunca. Más humanos. Más reales.
Imagino que es lo bonito: vivir como hombres, con lo bueno y con lo malo, para que, como hombres, podamos apoyarnos en tu divinidad y olvidarnos de lo malo para llevar una vida mejor. Y ser mejores, al fin y al cabo. El motivo de tu existencia.
Clara de Juan Bañuelos
pastoralsj
jueves, 9 de enero de 2020
Valentía por Fonfo Alonso-Lasheras, sj
No soy muy de series de TV, sin embargo últimamente he visto algunos capítulos de una de las series juveniles de moda. Varias cosas me han llamado la atención, pues percibo cierta tendencia a normalizar situaciones y conflictos que, si bien son reales y no tenemos que ir muy lejos para oír o conocer casos semejantes, no se dan de manera tan cotidiana y frecuente.
Con todo ello, lo que más me ha llamado la atención es la falta de valentía de los personajes: para decir la verdad, para ser responsable de los propios actos, para ser uno mismo aunque no «encaje» dentro del grupo al que quiero pertenecer, para ser fiel, para cumplir una promesa, para conversar de lo que se vive con los padres, etc.
Me lleva a pensar si no será que la propia ficción es reflejo de la sociedad en la que vivimos y de cómo tantas veces se nos escapa que amar exige valentía. ¡¡¡Claro!!! Si el amor es un mero sentimiento, si no es más que el enamoramiento o las mariposas en el estómago que me nacen al descubrir algo o a alguien, entonces necesariamente este amor no necesita de valentía para nada. Pero si entendemos que el que no es capaz de apostar y de arriesgar por aquello que ama es que no lo ama en absoluto, inevitablemente el ejercicio de amar pide valentía. Y no me refiero a ningún gesto heroico adolescente que busca dramáticamente llamar la atención. Ya decía santo Tomás que la valentía está entre la temeridad y la cobardía. Me refiero a que para hacer lo correcto o para buscar el bien del otro suele hacer falta un acto de valentía frente a lo fácil o conveniente.
El amor da sentido a la vida, pero sabemos que aquello en lo que se encarna el amor –todo lo que nos dignifica, toda vocación, toda pasión…– está cuesta arriba y supone dificultades. Por eso todo acto de amor conlleva un riesgo, un apostar por algo sin seguridades y sabiendo que uno se expone al fracaso. Ahora que lo pienso… ¡¡¡No, no es verdad que esa serie sea reflejo de nuestro mundo!!! Porque me vienen ahora a la mente muchos momentos de gran valentía de personas que se atreven a amar la vida, o que siguen adelante en sus tareas cuando las probabilidades están en su contra, o que hacen lo correcto moralmente aunque tienen las de perder…
Me nace una sonrisa y me recarga de coraje el pensar en actos de valentía de conocidos y amigos: como esas dos religiosas que hace unos meses hacían sus votos perpetuos a pesar de no saber ni a qué se dedicarían ni en dónde; como aquella amiga que tras un terrible accidente y a pesar de los dolores diarios sigue remando para vivir en plenitud; como esos deportistas que cada día van a entrenar en el frío de la noche después de trabajar todo el día; como aquella niña que apostó por no abortar a pesar del poco apoyo familiar que tenía; como esos amigos que siguen unidos y animando fiestas con su música sin miedo a que les llamen mediocres; como tantos jóvenes que se atreven a decir en la universidad que sí que son creyentes y que para ellos Jesús es importante; como aquella artista que por amor a la literatura sigue escribiendo poesías sin que nadie las lea; como aquella pareja que se casó con un «sí» consciente de que se acercarían tormentas que tendrían que afrontar juntos; como tantos migrantes que dejan su tierra y hogar en busca de una vida sin violencias y más digna; como tantos misioneros que se sientan a la mesa de los más pobres para dejarse evangelizar…
Gracias a tantos y tantas que vencéis los miedos porque, sin duda, la valentía de vuestro amor es la gasolina que mueve el mundo.
Fonfo Alonso-Lasheras sj
pastoralsj
pastoralsj
miércoles, 8 de enero de 2020
No tengas miedo por Joasé Luis Olea sj
En 1954 Winston Churchill, por entonces primer ministro británico, cumplía 80 años. Y con motivo de la efeméride, el Parlamento británico quiso hacerle entrega de un regalo que estuviese a la altura del homenajeado: un cuadro realizado por el popular pintor Graham Sutherland, que inmortalizara a una de las figuras clave de la política británica. Pero aquella obra, que muchos consideran una joya de arte perdida, fue quemada por el propio Churchill por verse frágil, encorvado y rematadamente patético sobre aquel lienzo… Nada con lo que él pudiese identificarse, a pesar de su edad. Sin embargo, la realidad se impone y definitivamente aquel cuadro reflejaba la decrepitud del joven que fue. Veía decadencia porque había decadencia; veía fragilidad porque también la había. Ninguna de las cosas que aparecían en aquel cuadro eran ajenas al Churchill de carne y hueso, a pesar de sus muchas resistencias.
Este hecho histórico, que relata magistralmente The Crown, la conocida serie de Netflix sobre la vida de la reina Isabel II, me recordaba hoy algo profundo de lo que hemos celebrado un año más en estas Navidades. Porque resulta que Dios se ha hecho carne y, en hacerlo, nos dice que está dispuesto a asumir la fragilidad y debilidad del niño… y del anciano. Dios quiere ser vulnerable, tanto como cualquiera de nosotros. Mientras nos preocupamos por luchar incansablemente contra los signos de la edad, Él quiere anclarse en el espacio y en el tiempo. Dios no tiene miedo a crecer, a asumir los cambios del adolescente, las incertidumbres del joven, la crisis de los 40 y la soledad del anciano. Por eso, en estas Navidades, Dios ha nacido en esos adolescentes que este año han descubierto el significado de la palabra amor, en esos jóvenes a los que les llega el tiempo de hacerse las preguntas importantes de su vida, en ese adulto que rinde cuentas con su pasado para proyectarse en un futuro mejor, o en ese rostro por el que surcan ahora las primeras arrugas. Dios no quiere ser ajeno a ninguna de esas cosas, por temibles que nos resulten.
Quizás nadie haga un retrato de nosotros cuando seamos viejos, pero nos basta con mirarnos al espejo. Tal vez queramos actuar como Churchill y enfurecernos por lo que vemos, lamentarnos porque el espejo está trucado y somos incapaces de identificarnos con la imagen que nos devuelve, con la persona a la que vemos. O quizás, en este 2020, podamos probar a hacer algo distinto e intentar encontrar, al mirarnos al espejo, el signo de que Dios ha nacido y está ya con nosotros.
José Luis Olea sj
pastoralsj
lunes, 6 de enero de 2020
A la edad adulta por el manotazo por Pablo Martín Ibáñez
Una vez más, y ya uno se cansa de contarlas, el Papa Francisco es foco mediático por anécdotas convertidas en categoría. Aunque es de reconocer que, esta vez, la tal anécdota ha sido llamativa: Francisco, visiblemente enfadado, da un manotazo en la mano a una mujer que le agarró del brazo con tanta fuerza que a poco le tira al suelo.
Televisiones, periódicos, radios y redes sociales por todo el mundo han recogido en sus crónicas lo ocurrido. Algunos medios de comunicación han exagerado la situación tachando de “bofetón” el manotazo del Papa; políticos como el ex ministro italiano Mateo Salvini han aprovechado para hacer mofa de él; en las redes se han podido leer calificativos como “Demonio” o aspavientos del tipo “el Papa odia a los católicos” … Nada nuevo en la era de la hipérbole.
Por supuesto que la reacción del Papa deja que desear. Incluso a los que vemos en Francisco a un referente – no solo por Papa, sino por su estilo concreto- nos ha podido llegar esa sensación de asombro, quizá con un punto de tristeza. A nadie le gusta ver este tipo de manifestaciones. Ni del Papa ni de nadie, en realidad. Huelga decir que las formas de la mujer no fueron las más delicadas, en cualquier caso.
Ahora bien, Francisco ha hecho algo que supone muchas menos páginas de diario, minutos de radio y televisión e hilos de tuiter: se ha disculpado. Todo un Papa – con lo que implica para los católicos esta figura. Incluyendo su mitificación en algún que otro sector eclesial- disculpándose casi nominalmente con esta mujer. Porque, sí, la vida es un poco esto: asumir que los referentes también se equivocan.
Una de las fases más traumáticas en la vida de un ser humano es el momento en que uno se da cuenta de que sus padres no son perfectos. Que tienen defectos, que se equivocan e, incluso, que a veces no son justos. A esto le solemos llamar adolescencia y lleva consigo numerosos pataleos, crisis familiares, noches sin dormir y algún que otro llanto o subida de tono. A lo mejor, este acto nos ayuda a muchos a entender que Francisco, como cualquier otro, es un ser humano. Un ser humano con una misión especialmente complicada (quizá incluso más complicada que alguno de sus predecesores). Un ser humano cuyas formas han de ser especialmente cuidadas, pero que eso no supone la perfección moral.
Y no pasa nada. Porque Francisco, además de líder, es símbolo. Y, si me lo permiten, un líder y un símbolo muy realista de lo que es la Iglesia: una institución de personas con el horizonte bien largo y los pies de barro. Gente que habla abiertamente de la caridad y la ternura y tiene sus días buenos y malos, grises y de color. Pero siempre dispuesta a la disculpa tras el examen.
En el mejor de los casos, esta anécdota, como la adolescencia, nos lleva de la mano a la edad (y a la fe) adulta. En la que los símbolos y los referentes importan y duelen cuando fallan e impulsan cuando rectifican.
Lo que importa de los referentes es lo que se puede aprender de ellos. Lo que importa de los símbolos no es lo que son, sino lo que señalan.
Televisiones, periódicos, radios y redes sociales por todo el mundo han recogido en sus crónicas lo ocurrido. Algunos medios de comunicación han exagerado la situación tachando de “bofetón” el manotazo del Papa; políticos como el ex ministro italiano Mateo Salvini han aprovechado para hacer mofa de él; en las redes se han podido leer calificativos como “Demonio” o aspavientos del tipo “el Papa odia a los católicos” … Nada nuevo en la era de la hipérbole.
Por supuesto que la reacción del Papa deja que desear. Incluso a los que vemos en Francisco a un referente – no solo por Papa, sino por su estilo concreto- nos ha podido llegar esa sensación de asombro, quizá con un punto de tristeza. A nadie le gusta ver este tipo de manifestaciones. Ni del Papa ni de nadie, en realidad. Huelga decir que las formas de la mujer no fueron las más delicadas, en cualquier caso.
Ahora bien, Francisco ha hecho algo que supone muchas menos páginas de diario, minutos de radio y televisión e hilos de tuiter: se ha disculpado. Todo un Papa – con lo que implica para los católicos esta figura. Incluyendo su mitificación en algún que otro sector eclesial- disculpándose casi nominalmente con esta mujer. Porque, sí, la vida es un poco esto: asumir que los referentes también se equivocan.
Una de las fases más traumáticas en la vida de un ser humano es el momento en que uno se da cuenta de que sus padres no son perfectos. Que tienen defectos, que se equivocan e, incluso, que a veces no son justos. A esto le solemos llamar adolescencia y lleva consigo numerosos pataleos, crisis familiares, noches sin dormir y algún que otro llanto o subida de tono. A lo mejor, este acto nos ayuda a muchos a entender que Francisco, como cualquier otro, es un ser humano. Un ser humano con una misión especialmente complicada (quizá incluso más complicada que alguno de sus predecesores). Un ser humano cuyas formas han de ser especialmente cuidadas, pero que eso no supone la perfección moral.
Y no pasa nada. Porque Francisco, además de líder, es símbolo. Y, si me lo permiten, un líder y un símbolo muy realista de lo que es la Iglesia: una institución de personas con el horizonte bien largo y los pies de barro. Gente que habla abiertamente de la caridad y la ternura y tiene sus días buenos y malos, grises y de color. Pero siempre dispuesta a la disculpa tras el examen.
En el mejor de los casos, esta anécdota, como la adolescencia, nos lleva de la mano a la edad (y a la fe) adulta. En la que los símbolos y los referentes importan y duelen cuando fallan e impulsan cuando rectifican.
Lo que importa de los referentes es lo que se puede aprender de ellos. Lo que importa de los símbolos no es lo que son, sino lo que señalan.
Pablo Martín Ibáñez
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