lunes, 1 de diciembre de 2025

REZANDO VOY DEL LUNES 1 DE DICIEMBRE DEL 2025

 

 No es mi virtud, sino tu gracia



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Mt 8, 5-11

Habiendo entrado Jesús en Cafarnaún, un centurión se le acercó rogándole: «Señor, tengo en casa un criado que está en cama paralítico y sufre mucho». Le contestó: «Voy yo a curarlo». Pero el centurión le replicó: «Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo. Basta que lo digas de palabra, y mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes; y le digo a uno: ‘Ve’, y va; al otro: ‘Ven’, y viene; a mi criado: ‘Haz esto’, y lo hace».
Al oír esto, Jesús quedó admirado y dijo a los que lo seguían: «En verdad os digo que en Israel no he encontrado en nadie tanta fe. Os digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se sentarán con Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de los cielos».





¿Porque yo lo valgo?

No es mi dignidad
la condición
de tu entrega.
Tú no te me das
porque yo lo valga.
Tu sacrificio
no es consecuencia
de mis modos
y virtudes.
Tu amor es primero.
Tu lealtad, previa.
No esperas
a que te merezca
para partirte
y darme Tu vida.

Si presumo
de méritos,
recuérdame
las sombras.
Si alardeo
de cumplimientos,
señala Tú
las huellas
de mi barro.
Si paseo, ufano,
reclamando un pago
por los servicios prestados,
confronta mi arrogancia.
No, Señor, yo no soy digno.
Lo eres Tú.

(José María R. Olaizola, SJ)

sábado, 29 de noviembre de 2025

REZANDO VOY del DOMINGO 30 DE NOVIEMBRE

 

 Ven pronto, Señor


Puedes ver y escuchar, aquí

Mt 24, 37-44

Jesús dijo a sus discípulos: «Cuando venga el Hijo del hombre, pasará como en tiempo de Noé. En los días antes del diluvio, la gente comía y bebía, se casaban los hombres y las mujeres tomaban esposo, hasta el día en que Noé entró en el arca; y cuando menos lo esperaban llegó el diluvio y se los llevó a todos; lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre: dos hombres estarán en el campo, a uno se lo llevarán y a otro lo dejarán; dos mujeres estarán moliendo, a una se la llevarán y a otra la dejarán.
»Por tanto, estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón, estaría en vela y no dejaría que abrieran un boquete en su casa. Por eso, estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre».




Dios de vida

Eres un Dios de vida,
no de muerte o violencia
no de guerra,
ni de indiferencia.
La vida en germen,
que crece, invisible;
la vida recién nacida,
con todo por escribir;
la vida capaz de admirarse
con ojos de niño
al descubrir el mundo;
la vida bulliciosa
del joven que explora
la edad de las posibilidades;
la vida encarnada
de quien ya ha elegido,
y conoce la tierra que pisa;
la vida otoñal, que conjuga
sabiduría y cansancio,
memorias y afectos,
viejos anhelos
y aún nuevas ilusiones.
La vida que se encamina
a un nuevo mañana.
La Vida prometida,
eterna,
contigo.

(José María R. Olaizola, SJ)

Iniciando el contacto con música: Declaración de domicilio | Cristóbal Fones, SJ

 


En tiempos tan desafiantes como los que vivimos, volver a lo esencial nos trae libertad y calma, nos ordena, nos urge a plantearnos lo que realmente buscamos, dónde y cómo lo hacemos; desde qué lugares vitales leemos la realidad y participamos en el devenir común de nuestra comunidad humana y aún más allá, en comunión con la Creación entera de la que somos parte.

viernes, 28 de noviembre de 2025

REZANDO VOY DEL 28 DE NOVIEMBRE DEL 2025


El cielo y la tierra pasarán, pero tus palabras no pasarán


Puedes escuchar y ver, aquí

 

Lc 21, 29-33

Jesús puso a sus discípulos esta comparación: «Fijaos en la higuera y en todos los demás árboles: cuando veis que ya echan brotes, conocéis por vosotros mismos que ya está llegando el verano. Igualmente vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios. En verdad os digo que no pasará esta generación sin que todo suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán».



domingo, 7 de septiembre de 2025

ENCUENTRO CON LA PALABRA por Hermann Rodríguez sj: «Este hombre empezó a construir, pero no pudo terminar»



Una amiga religiosa, escribe de vez en cuando sus experiencias espirituales en forma de poemas. Hace algunos meses me envió estos versos que me parece que nos pueden ayudar a entender lo que hoy nos presenta el evangelio:

Quiero bajar de nuevo a tu bodega,

para darte mi amor, ser toda entrega

y embriagarme de ti, pues son mejores

y más suave que el vino tus amores.

 

No acercaré mis labios a otra fuente

para calmar mi sed, mi sed ardiente

ni volveré a beber otros licores

que el vino embriagador de tus amores.

 

Mira que vengo como cierva herida

ve que me entrego a Ti, que estoy rendida

y sacia tu mi sed, pues son mejores

que el más sabroso vino tus amores.

“Mucha gente seguía a Jesús; y él se volvió y dijo: ‘Si alguno viene a mí y no me ama más que a su padre, a su madre, a su esposa, a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, y aún más que a sí mismo, no puede ser mi discípulo. Y el que no toma su propia cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo”. Jesús dirige estas palabras a la gente que lo seguía. No se trata de una disyuntiva excluyente. No nos pide que dejemos de querer a las personas que están más cerca de nuestro corazón. Esas personas pueden y deben permanecer en el centro de nuestras vidas. Lo que sí nos pide el Señor es que nuestro amor hacia ellos no esté por encima del amor que sentimos por Él y por su reino. No puede haber nada ni nadie que distraiga el camino de seguimiento.

Las dos comparaciones que ofrece enseguida el evangelio de hoy recogen situaciones humanas muy concretas. No podemos comenzar a construir una torre si no vislumbramos claramente la posibilidad de terminarla. De lo contrario la gente se burlará de nosotros por pretender algo que no podemos terminar. Por otra parte, ningún líder militar se involucra en una guerra si no piensa que puede llegar a vencer a su enemigo con las fuerzas que tiene. Si no puede hacerle frente a su contrario, tratará de establecer condiciones de paz cuando el otro grupo está todavía lejos y no se ha entablado la batalla. “Así pues, cualquiera de ustedes que no deje todo lo que tiene, no puede ser mi discípulo”, es lo que concluye el Señor después de presentar estos dos ejemplos.

Podríamos añadir que la persona que ha probado un buen vino ya no podrá contentarse con otra bebida. Así es el seguimiento del Señor. Si nos hemos encontrado auténticamente con él, tendremos que reconocer que ya no podemos saciar nuestra sed en otras fuentes, ni habrá otros licores que sustituyan el vino embriagador de sus amores.

Hermann Rodríguez sj
Jesuitas Colombia

LECTURAS PARA EL DÍA DE HOY



Primera lectura

Lectura del libro de la Sabiduría 9, 13-19

¿Qué hombre conocerá el designio de Dios?,
o ¿quién se imaginará lo que el Señor quiere?

Los pensamientos de los mortales son frágiles
e inseguros nuestros razonamientos,
porque el cuerpo mortal oprime el alma
y esta tienda terrena abruma la mente pensativa.

Si apenas vislumbramos lo que hay sobre la tierra
y con fatiga descubrimos lo que está a nuestro alcance,
¿quién rastreará lo que está en el cielo?,
¿quién conocerá tus designios, si tú no le das sabiduría
y le envías tu santo espíritu desde lo alto?

Así se enderezaron las sendas de los terrestres,
los hombres aprendieron lo que te agrada
y se salvaron por la sabiduría».

Palabra de Dios

Salmo

Salmo 89, 3-4 5-6. 12-13. 14 y 17 R/. Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación.

Tú reduces el hombre a polvo,
diciendo: «Retornad, hijos de Adán».
Mil años en tu presencia son un ayer que pasó;
una vela nocturna.
R/.

Si tú los retiras
son como un sueño,
como hierba que se renueva
que florece y se renueva por la mañana,
y por la tarde la siegan y se seca.
R/.

Enséñanos a calcular nuestros años,
para que adquiramos un corazón sensato.
Vuélvete, Señor, ¿hasta cuándo?
Ten compasión de tus siervo.
R/.

Por la mañana sácianos de tu misericordia,
y toda nuestra vida será alegría y júbilo.
Baje a nosotros la bondad del Señor
y haga prósperas las obras de nuestras manos.
Sí, haga prósperas las obras de nuestras manos.
R/.

Segunda lectura

Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a Filemón 9b-10. 12-17

Querido hermano:

Yo, Pablo, anciano, y ahora prisionero por Cristo Jesús, te recomiendo a Onésimo, mi hijo, a quien engendré en la prisión Te lo envío como a hijo.

Me hubiera gustado retenerlo junto a mí, para que me sirviera en nombre tuyo en esta prisión que sufro por el Evangelio; pero no he querido retenerlo sin contar contigo: así me harás este favor, no a la fuerza, sino con toda libertad.

Quizá se apartó de ti por breve tiempo para que lo recobres ahora para siempre; y no como esclavo, sino como algo mejor que un esclavo, como un hermano querido, que si lo es mucho para mí, cuánto más para ti, humanamente y en el Señor.

Si me consideras compañero tuyo, recíbelo a él como a mí.

Palabra de Dios

Evangelio del día

Lectura del santo Evangelio según San Lucas 14, 25-33

En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo:
«Si alguno viene a mí y no pospone a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío.

Quien no carga con su cruz y viene en pos de mí, no puede ser discípulo mío.

Así, ¿quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla?

No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo:
“Este hombre empezó a construir y no pudo acabar”.

¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que lo ataca con veinte mil?

Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz.

Así pues, todo aquel de entre vosotros que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío».

Palabra del Señor


 

XXIII Domingo del Tiempo Ordinario - Santa Misa y canonizaciones







SANTA MISA Y CANONIZACIÓN DE LOS BEATOS

- PIER GIORGIO FRASSATI
- CARLO ACUTIS

CAPILLA PAPAL

HOMILÍA DEL SANTO PADRE LEÓN XIV

Plaza de San Pedro
XXIII Domingo del Tiempo Ordinario, 7 de septiembre de 2025


Palabras improvisadas antes de la Santa Misa con el Rito de Canonización

¡Buenos días a todos! ¡Feliz domingo y bienvenidos! ¡Gracias!

Hermanos y hermanas, hoy es un día de gran alegría para toda Italia, para toda la Iglesia y para todo el mundo. Antes de comenzar la solemne celebración de la Canonización, quería saludarlos y decirles unas palabras a todos ustedes, porque, si bien la celebración es muy solemne, también es un día de gran alegría. Quería saludar especialmente a tantos jóvenes, chicos y chicas, que han venido a esta Santa Misa. Es verdaderamente una bendición del Señor encontrarnos ya que han venido de diferentes países. Es realmente un don de la fe que queremos compartir.

Después de la Santa Misa, les pido que tengan un poco de paciencia, espero poder ir a saludarlos a la plaza, ya que ahora están un poco lejos. Espero al menos poder saludarlos.

Saludo a los familiares de los dos Beatos, casi Santos, a las delegaciones oficiales, a los numerosos obispos y sacerdotes que han venido. Un aplauso para todos ellos, ¡gracias también a ustedes por estar aquí! ¡Religiosos y religiosas, y a la Acción Católica!

Nos preparamos para esta celebración litúrgica con la oración, con el corazón abierto, deseando recibir verdaderamente esta gracia del Señor. Y así sentir en el corazón lo mismo que vivieron Pier Giorgio y Carlo: este amor por Jesucristo, sobre todo en la Eucaristía, pero también en los pobres, en los hermanos y hermanas. También ustedes, todos nosotros, estamos llamados a ser santos. ¡Que Dios los bendiga! ¡Feliz celebración! ¡Gracias por estar aquí!

* * *

Queridos hermanos y hermanas:

En la primera lectura hemos escuchado una pregunta: «[Señor,] ¿y quién habría conocido tu voluntad si tú mismo no hubieras dado la Sabiduría y enviado desde lo alto tu santo espíritu?» (Sab 9,17). La hemos oído después de que dos jóvenes beatos, Pier Giorgio Frassati y Carlo Acutis, fueran proclamados santos, y eso es providencial. En el libro de la Sabiduría, esta pregunta está atribuida precisamente a un joven como ellos: el rey Salomón. Cuando murió David, su padre, él se dio cuenta de que disponía de muchas cosas: el poder, la riqueza, la salud, la juventud, la belleza, el reino. Pero esta gran abundancia de medios le había hecho surgir una pregunta en su corazón: “¿Qué debo hacer para que nada se pierda?”. Y había entendido que el único camino para encontrar una respuesta era pedir a Dios un don aún mayor: su Sabiduría, para poder conocer sus proyectos y adherir a ellos fielmente. Se dio cuenta, en efecto, que de ese modo todas las cosas encontrarían su lugar en el gran designio del Señor. Sí, porque el riesgo más grande de la vida es desaprovecharla fuera del proyecto de Dios.

También Jesús, en el Evangelio, nos habla de un proyecto al que adherir hasta el final. Dice: «El que no carga con su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo» (Lc 14,27); y agrega: «cualquiera de ustedes que no renuncie a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo» (v. 33). Es decir, nos llama a lanzarnos sin vacilar a la aventura que Él nos propone, con la inteligencia y la fuerza que vienen de su Espíritu y que podemos acoger en la medida en que nos despojamos de nosotros mismos, de las cosas y de las ideas a las que estamos apegados, para ponernos a la escucha de su palabra.

Muchos jóvenes, a lo largo de los siglos, tuvieron que afrontar este momento decisivo de la vida. Pensemos en san Francisco de Asís: como Salomón, también él era joven y rico, y estaba sediento de gloria y de fama. Por eso partió a la guerra, esperando ser nombrado “caballero” y revestirse de honores. Pero Jesús se le apareció en el camino y le hizo reflexionar sobre lo que estaba haciendo. Vuelto en sí, dirigió a Dios una pregunta sencilla: «Señor, ¿qué quieres que haga?». [1] Y a partir de allí, volviendo sobre sus pasos, comenzó a escribir una historia diferente: la maravillosa historia de santidad que todos conocemos, despojándose de todo para seguir al Señor (cf. Lc 14,33), viviendo en pobreza y prefiriendo el amor a los hermanos, especialmente a los más débiles y pequeños, al oro, a la plata y a las telas preciosas de su padre.

¡Y cuántos otros santos y santas podríamos recordar! A veces nosotros los representamos como grandes personajes, olvidando que para ellos todo comenzó cuando, aún jóvenes, respondieron “sí” a Dios y se entregaron a Él plenamente, sin guardar nada para sí. A este respecto, san Agustín cuenta que, en el «nudo tortuosísimo y enredadísimo» de su vida, una voz, en lo profundo, le decía: «Sólo a ti quiero». [2] Y, de esa manera, Dios le dio una nueva dirección, un nuevo camino, una nueva lógica, donde nada de su existencia estuvo perdido.

En este marco, contemplamos hoy a san Pier Giorgio Frassati y a san Carlo Acutis: un joven de principios del siglo XX y un adolescente de nuestros días, ambos enamorados de Jesús y dispuestos a dar todo por Él.

Pier Giorgio encontró al Señor por medio de la escuela y los grupos eclesiales —la Acción Católica, las Conferencias de San Vicente de Paúl, la F.U.C.I. (Federación Universitaria Católica Italiana), la Orden Tercera de Santo Domingo— y dio testimonio de ello a través de su alegría de vivir y de ser cristiano en la oración, en la amistad y en la caridad. Hasta el punto de que, a fuerza de verlo recorrer las calles de Turín con carritos repletos de ayuda para los pobres, sus amigos lo llamaban “Empresa de Transportes Frassati”. También hoy, la vida de Pier Giorgio representa una luz para la espiritualidad laical. Para él la fe no fue una devoción privada; impulsado por la fuerza del Evangelio y la pertenencia a asociaciones eclesiales, se comprometió generosamente en la sociedad, dio su contribución en la vida política, se desgastó con ardor al servicio de los pobres.

Carlo, por su parte, encontró a Jesús en su familia, gracias a sus padres, Andrés y Antonia —presentes hoy aquí con sus dos hermanos, Francesca y Michele— y después en la escuela, también él, y sobre todo en los sacramentos, celebrados en la comunidad parroquial. De ese modo, creció integrando naturalmente en sus jornadas de niño y de adolescente la oración, el deporte, el estudio y la caridad.

Ambos, Pier Giorgio y Carlo, cultivaron el amor a Dios y a los hermanos a través de medios sencillos, al alcance de todos: la Santa Misa diaria, la oración, y especialmente la adoración eucarística. Carlo decía: «Cuando nos ponemos frente al sol, nos bronceamos. Cuando nos ponemos ante Jesús en la Eucaristía, nos convertimos en santos», y también: «La tristeza es dirigir la mirada hacia uno mismo, la felicidad es dirigir la mirada hacia Dios. La conversión no es otra cosa que desviar la mirada desde abajo hacia lo alto. Basta un simple movimiento de ojos». Otra cosa esencial para ellos era la confesión frecuente. Carlo escribió: «A lo único que debemos temer realmente es al pecado»; y se maravillaba porque —son palabras suyas— «los hombres se preocupan mucho por la belleza del propio cuerpo y no se preocupan, en cambio, por la belleza de su propia alma». Ambos, además, tenían una gran devoción por los santos y por la Virgen María, y practicaban generosamente la caridad. Pier Giorgio decía: «Alrededor de los pobres y los enfermos veo una luz que nosotros no tenemos». [3] Llamaba a la caridad “el fundamento de nuestra religión” y, como Carlo, la ejercitaba sobre todo por medio de pequeños gestos concretos, a menudo escondidos, viviendo lo que el Papa Francisco ha llamado «la santidad “de la puerta de al lado”» (Exhort. ap. Gaudete et exsultate, 7).

Incluso cuando los aquejó la enfermedad y esta fue deteriorando sus jóvenes vidas, ni siquiera eso los detuvo ni les impidió amar, ofrecerse a Dios, bendecirlo y pedirle por ellos y por todos. Un día Pier Giorgio dijo: «El día de mi muerte será el día más bello de mi vida»; [4] y en su última foto, que lo retrata mientras escalaba una montaña de Val di Lanzo, con el rostro dirigido a la meta, había escrito: «Hacia lo alto». [5] Por otra parte, a Carlo, siendo aún más joven, le gustaba decir que el cielo nos espera desde siempre, y  que amar el mañana es dar hoy nuestro mejor fruto.

Queridos amigos, los santos Pier Giorgio Frassati y Carlo Acutis son una invitación para todos nosotros, sobre todo para los jóvenes, a no malgastar la vida, sino a orientarla hacia lo alto y hacer de ella una obra maestra. Nos animan con sus palabras: “No yo, sino Dios”, decía Carlo. Y Pier Giorgio: “Si tienes a Dios como centro de todas tus acciones, entonces llegarás hasta el final”. Esta es la fórmula, sencilla pero segura, de su santidad. Y es también el testimonio que estamos llamados a imitar para disfrutar la vida al máximo e ir al encuentro del Señor en la fiesta del cielo.

 


[1] Leyenda de los Tres Compañeros, cap. II, 6: Fuentes biográficas franciscanas, 1401.

[2] Confesiones, II, 10,18.

[3] Nicola Gori, Al prezzo della vitaL’Osservatore romano (11 febrero 2021).

[4] Irene Funghi, I giovani assieme a Frassati: un compagno nei nostri cammini tortuosiAvvenire (2 agosto 2025).

[5] Ibíd.